viernes, 25 de mayo de 2018

CIERVO RELLENO DE MEMBRILLO. Receta dedicada a Bernadette Itey


(Pintura de Luis Romero)

Se ven los Montes de Toledo muy al fondo entre la uve que se abre desde la portilla de Jaranda. Suena el arroyo y también las piñas húmedas en la chimenea que diseñaste. Has abierto un vino y me has dejado una copa y un poco de silencio junto al queso y te has ido a dar un largo paseo entre los castaños. Sobre la mesa de la cocina amarillean los membrillos que nos ha dado Pituca, pero me he traído uno aquí, a mi mesa grande y caótica de madera lavada en la que saboreo ahora el vino, el reposo y el desorden.

Lujo es el olor de un membrillo verde recién caído del árbol. Lo huelo despacio, con los ojos cerrados. No me canso de su perfume intenso e inconfundible. Es el olor de mi tierra y de esta casa.

Cocino la carne del membrillo solo con agua y un poco de azúcar, apenas una cucharada sopera por fruto. Cuando están bien cocidos los trituro y paso la carne por el chino, añado un poco de Sauternes y ya tengo una sencilla compota para acompañar este asado de ciervo.

He marinado antes su fiereza durante dos días en vino tinto, pimienta rota, hierbas, zanahoria rallada, apio machacado, canela, clavo, cebolla rallada... Luego he mechado la pieza con unas anchoas y la he asado como roast beef siguiendo la receta de Bernadette en mi cocotte. Asada por fuera, bien rosada por dentro.

Extiendo finas lonchas de carne que luego enrollo colocando en el centro una cucharadita de puré de membrillo. Me gusta coger la flautilla de carne de caza con los dedos y masticar despacio. Beber, contemplar admirado los primeros copos de nieve del invierno que no cuajan. Me queda en la boca el sabor a monte de la carne y el ácido perfume del membrillo. El año se ha desecho igual que esta nieve primera. Igual que todos los años del pasado.

Vuelves helada a pesar de tus mil capas de roperío. Me gusta que seas intrépida y friolera.

Postdata: 
Han pasado mucho años… o no tantos. Escribía para alguien y aún no la conocía, pero yo estaba seguro de que esa lectora existía en algún lugar… y un día me llamó por teléfono. Le había gustado uno de mis cuentos, “sopa de tierra”, que sería premiado por el concurso de gastronomíaalternativa.com Han pasado mucho años pero siento muy fresca esa conversación porque en ese momento todo en mi vida parecía derrumbarse, hasta mi empeño en escribir, y tras esa conversación telefónica con Bernadette Itey me di cuenta de que la vida seguía hacia delante y que escribir tenía que seguir siendo para mí “pura alegría”. Mi lectora estaba allí, al otro lado y era además una formidable cocinera de la cocina que más me gustaba, de los guisos del terroir, cocina burguesa y campesina a partes iguales, de ingredientes sin cuento y sabores siempre memorables: rosbif perfecto, col rellena, liebre royal... Sentía hacia ella, a pesar de no haberla conocido en persona, aunque sólo habíamos mantenido dos conversaciones telefónicas, un inmediata complicidad, simpatía, cercanía, cariño. Bernadette y su compañero Miquel, a lo lejos, o desde tan cerca, los sentí mis maestros y sobre todo mis rigurosos lectores, esos en los que pensaba cada vez que terminada un capítulo de “el barco Caníbal”, quienes sabía que iban a entender tantos guiños secretos a la gastronomía europea del siglo XX, el sentido de todos los guisos, o a ese gruñón arrogante de Linneo, a esa chiquilla tan perdida y rabiosa de Lucía que tenía tanto de mí.
Los lectores futuros nos dan energía para seguir en la oscuridad inventando las historias. Los de “el barco Caníbal” siempre fueron Bernadette Itey y Miquel Sen. Me duele saber que ella ya no está. Es esa clase de dolor que nos revuelve el sueño, que nos mete la tristeza muy dentro, que nos hace mirar el presente con cansancio. Vuelvo al momento en el que hablamos de cocina y de libros, de historias y sabores, de escribir y leer. Sé que es pueril pero para mí ha sido una especie de hada madrina. Seguro que si el tiempo y el azar nos hubieran puesto en paralelo me hubiera enamorado de ella, pero el tiempo y el azar la unió a Miquel y fue él el amor de su vida así que esa historia la tiene que contar él algún día. 
Despídete de ella de mi parte. Me acordaré de Bernadette mientras viva cada vez que escuche “la mer” o vuelva a repetir su rosbif o relea “sopa de tierra” o la historia de Linneo y Lucía. Gracias por todo mi lettrice.

Voyez
Près des étangs
Ces grands roseaux mouillés
Voyez
Ces oiseaux blancs
Et ces maisons rouillées

La mer
Les a bercés
Le long des golfes clairs
Et d'une chanson d'amour
La mer
A bercé mon coeur pour la vie


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