Foto de Lina Scheynius |
Ahora la
fiesta desde allí parece que ocurrió hace mucho tiempo. Aparcan el coche fuera. Las luces de la ciudad vibran a lo lejos. Cruzan el jardín abandonado. Le agarra la cintura a la vez blanda y firme y cierra los ojos, se deja llevar, igual
que luego. Se desvisten sin prisa, parece una rutina. El resplandor de una farola de
la calle se cuela por la ventana. Se quedan un buen rato recostados, desnudos, frente a
frente, mirándose, como si el deseo se hubiera quedado en otra parte, pero vive
allí dentro. Está muy mojada. Él entra despacio. Luego no hay mucha prudencia
ni remilgo. Bebe con mucha sed toda ese agua y más profundo.
Se despierta
con prisa. Imagina que es lunes pero sólo es un sábado cualquiera de un año impreciso. No cierra
los ojos. Ella entra vestida con unas bragas blancas llevando una gran bandeja de madera que deja sobre la cama. Mira
el reloj que dejó por el suelo. Es cerca de la una de la tarde. Ahora es el sol quien le enseña sin disimulos ese
cuerpo de festín, pero él ya lo sabe todo, de sabor y de saber. Sobre la bandeja,
para desayunar, una botella de tinto del Duero, dos copas grandes y una gran
fuente de loza blanca con cochinillo frito que aún sisea, muy dorado, y sus
patatas. Nunca ha desayunado así, con nadie. La piel está crujiente, con el salado justo y
la carne es tierna, grasa y muy jugosa. Roen cada huesecillo, beben, se miran, sonríen a veces, mastican con hambre las últimas patatas. Se limpian
los dedos con la boca, chupándolos y vuelven al sentido de la vida, el único que importa esa mañana. Con un desayuno así no
puede escribirse otro final.
PD: Recuerda, para el cochinillo frito,
tres pequeños trucos:
1. Tener la carne troceada en
pedazos medianos fuera de la nevera, nunca fría, más bien templada.
2. Freír primero en abundante
aceite, no llenar demasiado la sartén y cuando están dorados, pasar los trozos
a una segunda sartén que tenemos a fuego fuerte para que se doren con mucha
rapidez y quede el cochinillo por fuera crujiente.
3. En la primera sartén dorar antes
un puñado de dientes de ajo y salar los trozos de cochinillo una vez fritos, no
antes.
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