(Pintura de Joan Miró) |
En estos últimos
días de la temporada, antes de que los almendros se llenen de flores y luego
los espinos y más tarde los cerezos, guiso una pasta potente, con sabor a monte
y salvajina, a invierno y ventisca, leña ardiendo y caza.
Estofados los
conejos de monte, deshueso su carne a la que añado un picado de asadillo de
morrones, un sofrito de cebolla y trompetas de la muerte, un tomate rallado y
un machado con los higaditos salteados, almendras crudas, pimienta, tomillo, un
diente de ajo y un chorro de jerez oloroso. Mezclo esta picada con los macarrones
muy al dente, añado pan rallado, parmesano y doro al horno el guiso. Adorno luego
la crujiente corteza de los macarrones con perejil frito.
Es un guiso
para los días de febrero que amenazan nevada y necesitamos recordar alguno de
esos sabores que dan la felicidad.
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