La miel ha estado en la boca de los hombres desde el principio de los tiempos. En la lengua para endulzar los amargos mordiscos de la intemperie y en los labios para ensalzar con palabras sus virtudes casi milagrosas. Las pinturas rupestres, los templos egipcios, Ulises, Salomón… ensalzan a la miel como un alimento sagrado junto con la leche de la que se harán luego quesos que también casarán con la miel como golosinas complementarias para reponerse de las guerras y los amores.
Asombra que el
néctar que producen las flores para que las abejas las polinicen, mezclado con
la saliva del insecto, fermentado por sus bacterias y resecado con el batir
incesante de sus pequeñas alas, se convierta en esa espesa pomada dorada y rica
cuyo sabor guardamos en los más remoto de nuestra conciencia del placer. Hoy el
azúcar ha arrasado su valor edulcorante en las culturas culinarias de los
países que se dicen desarrollados y tras el azúcar vivieron luego diversas
moléculas sintéticas para engañar al paladar: sacarina, aspartamo, sucralosa,
acesulfamo, neotano, ciclamato… sólo en algunos hogares la miel mantiene su
lugar milenario para endulzar la vida.
Tras especiar
la carne y mantenerla una noche en el adobo de pimentón, miel, vino tinto,
pimienta, tomillo, orégano, laurel y romero, la barnizo con más miel de encina,
oscura, espesa, y la aso con brevedad en la parrilla de leña. Acompaño el
solomillo de cerdo con unas cucharadas de torta del casar. La miel se
carameliza muy rápido así que hay que andar con tiento y tino con la intensidad
del fuego.
Igual con
otras carnes. Un pezón apenas con una pequeña gota de miel, no hay que pasarse.
El origen del mundo con un hilito fino. Endulzamos lo ya de por sí dulce así en
la literatura como en la vida. Olvidad el torpe azúcar o los venenosos
edulcorantes sintéticos. Las abejas se extinguen y con ellas nosotros. Antes
del fin del mundo tocad con miel la carne que deseáis, el filetón, el queso, un té, un verso, una
teta, todo lo que deseáis dulce e intenso. Mientras tanto respetad a las
abejas, cuando ellas no existan no quedará tampoco nada que merezca la pena,
quizá un verso de Salomón “DE TUS LABIOS BROTA MIEL” escrito en una pintada de
un muro viejo de una ciudad abandonada.
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