Comer está de
moda, ser gourmet o glotón está bien visto pero la comida no está al margen de
las luchas sociales y económicas del presente. Comer no es un paréntesis en la
vida cotidiana o una actividad necesaria, neutra y más o menos lúdica ajena a
la miserias y las crisis que vivimos.
Comer también
es hacer política. Comer implica realizar un montón de elecciones responsables y a veces irresponsables que tienen que ver con lo que pensamos, lo que sabemos, lo que
no sabemos, lo que nos gusta, lo que nos venden. Comer es un acto de soberanía demasiado importante como para
delegar en otros cuyo objetivo es, sobre todo, el beneficio económico y el
ejercicio de un poder a nuestra costa como consumidores, padres, comilones,
ciudadanos. Pero lo grave, lo decisivo, lo más importantes es que comer afecta
a nuestra salud y a nuestro placer además de condicionar a un enorme sector
económico que determina la vida de millones de personas que producen esos
alimentos en lugares remotos o no tanto. Y también al planeta.
En los
comienzos de este potlatch navideño que haría las delicias de Veblen y Sombart,
la emulación y la aspiración a lo definido como lujo, exquisito o gourmet satura
la propaganda y el buzoneo de las grandes superficies. El consumidor
borreguizado, necesitado de sentir la felicidad, de sentir que puede derrochar
siquiera un día, compra lo que sea, sobre todo si se ofrece ese lujo a precios
asequibles y por miles de kilos. Marx también alucinaría en este siglo XXI en
el que todo ya es mercancía, en el que no hay ningún espacio de intimidad,
comunicación o afecto en el que no haya un intermediario robando pequeñas o
enormes plusvalías.
El cocinero
quiere hacer feliz a los suyos pero también quiere hacerse feliz a sí mismo,
desea sentirse libre y comer bien y rico pero no caer en los sucedáneos de un
lujo que es insostenible, falso y hasta poco saludable, por eso guisará unas
migas extremeñas con chocolate, por tradición, por ideología, por gusto.
También guisara otras golosinas y viandas pero siendo muy conciente que el lujo
y el placer no estará tanto en los productos que compre como en el saber, el
trabajo, el tiempo y el amor que ponga en su preparación. Cocinen ustedes mucho en estos
días, pierdan el tiempo, elaboren, guisen, hablen de lo que comen, de lo que les gusta, de porqué, aprendan algo de cada comestible, no tengan nunca
prisa ante el fuego, piensen que hay detrás de cada alimento y cada receta,
sean consumidores conscientes y críticos, ciudadanos soberanos y militantes.
No se dejen engañar, Ustedes y los suyos son el lujo, Ustedes y los suyos son la fiesta.
No se dejen engañar, Ustedes y los suyos son el lujo, Ustedes y los suyos son la fiesta.
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