Arroz para comer, añadiendo al sofrito el caldo hecho con las
espinas y cabezas de unos puñados de salmonetes de roca, y al final, en el momento de
socarrat y el reposo, cubro la superficie con los lomos, bien desespinados de
este pescado de un precioso color rosa anaranjado y una picada fresca de
tomate, ajo, almendras y avellanas.
Deseabas estar aquí a este lado, como si la realidad no fuera
suficiente, como si estar en la ficción de una receta fuera más importante que
estar en estos días del presente. Como si no supieras que si vivieras aquí, en
las palabras, serías ya sólo un recuerdo enredado en la fábula y el mito.
Buceabas allí en el sur, entre las anémonas y las medusas, los
sargos y las doncellas, flotando en el agua tibia mientras el tiempo derrumbaba
de nuevo el mundo, mientras en la ciudad se terminaba el verano y comenzaba de
nuevo una aventura.
Tal vez la felicidad sea tener bonitos recuerdos o lograr lo que
alguna vez soñamos o tocar en realidad nuestros deseos. O tal vez sea otra cosa. Quién sabe. Mientras
tanto vivimos, deseamos, soñamos y atesoramos alguna vez un pequeño recuerdo, casi sin querer. Saboreo hoy este arroz desde este lado de la
memoria. También el mar en el que nadas, remoto o inventado, mientras te espero.
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