Juegan con nosotros con la gracilidad que usan los trileros. La
bolita, que es nuestra, nunca estuvo en ningún cubilete. Entonces recuerdas las
palabras afiladas del cabrón de Michel: “el
poder sólo se manifesta en la resistencia, del mismo modo que la gravedad
solamente la notamos cuando tratamos de vencerla subiendo escaleras”. Nos
resistimos y apareció entonces la piedra de la locura incrustada, el grillete
invisible, la amenaza sensata. No hace falta otear demasiado lejos, los
contratos sociales están rotos, ignorada la furia, burlada la estrategia que
aprendimos del caracol para intentar que los veranos dejaran de ser besos de
desierto y los inviernos tristes de nausea sólo nos queda hoy el tocino, el fuego,
la compañía del cómplice y el amor.
Sonríes cuando te digo que llegará un día que se trafique con tocino como en aquella película,
“Cuando el destino nos alcance”, (“Soylent Green” 1973) ambientada en el 2022,
dentro de nada, en la que las verduras y la carne son un lujo al alcance sólo
de una élite y la gente sólo come “Soylent verde”, un comistrajo que la
publicidad de la empresa dice que está hecho a base de plancton y en realidad
está fabricado con…
Tocino, panceta cocinada a baja temperatura, enfriada y luego
cortada en finas láminas con un cortafiambres. Entre hoja y hoja traslúcida de
tocino intercalas un puré grosero hecho con trompetas negras pochadas con
cebolla morada y patata raté. Luego doras, templas con el soplete, haces costra
con un poco de azúcar moreno por encima en la última lámina de tocino.
Acompañas la mini lasaña tocinera con una crema de apionabo emponzoñado con una
picada finísima de jamón ibérico.
Cocinar es siempre una forma de delicada resistencia, igual que
conversar sin argucias ni prisas, igual que amar sin apremio, simulación o
exigencia. El tocino está maldito como las ideas que proponen otro mundo
posible o los amores que no se viven al margen del mundo que muerde y humilla. Nos
ganarán mil veces de nuevo mientras el mundo se seca un poco más cada década,
más deprisa, más duro. Más la escalera está ahí y seguimos subiendo.
Foto de Li-Hui |