Ota Pavel cuenta cosas atroces con humor y mucha sencillez. Las
zozobras de la guerra, el desprecio de los vecinos hacia su familia por miedo a
los nazis, los campos de exterminio donde estuvieron su padre y sus hermanos.
Pero también evoca la amistad y la resistencia que esa amistad inventa, el
inmenso amor hacia un padre heroico y desastre, emprendedor y valiente, apasionado
y fanático pescador…
El periodista deportivo Ota Pavel murió en Praga en 1973 a los 42
años. Su corazón no aguantó más la tristeza. Se había pasado nueve años en
diferentes centros psiquiátricos tras ser diagnosticado de trastorno bipolar.
Pero a pesar de las graves depresiones y el suicidio rondando por su cabeza en
esos años escribió dos preciosos libros de memorias llenos de historias
familiares y pesca. “Cómo Llegué a Conocer a los Peces” y “carpas para la Wehrmacht” salieron en Checoslovaquia en 1974 tras la
muerte del autor y tuvieron mucho éxito. Aquí los ha publicado la editorial
Sajalín. Hay magia en sus dos libros. Una magia rara y deliciosa. Hay que darse
prisa en comprarlo antes de que se agoten o los retiren de las librerías.
No sólo en Alemania, Polonia, la antigua Checoslovaquia o Hungría
consideran a la carpa un pescado exquisito y un perfecto guiso de Navidad para hacerla
asada y bien mechada de tocino. Merece la pena leer en “Carpas para la Wehrmarcht”
el mimo de su engorde en estanques alquilados para este fin, la valentía del padre
de Ota en esta historia de guerra que da título al libro. Pero ya hemos olvidado
que aquí, en nuestro país, se sabían aliñar y guisar ambos peces para que su carne
fuera apetecible y sabrosa, aunque esta sabiduría sólo la tenían algunos.
En Extremadura eran típicos y muy celebrados los mojes y
escabeches. Tras desescamar y limpiar las rodajas de pescado, se salaban,
enharinaban y freían para luego pasar a dormir unos días en un escabeche hecho
con vinagre rebajado, orégano, laurel, cebolla, ajo y un poco de pimentón. Hace
una semana el tiet Josep, de Ivars D` Urgell me contaba una forma muy distinta
de hacer posible que un pez muy poco apreciado en las cocinas catalanas se
convirtiera en un alimento rico. Una receta de hace años, cuando había río y
peces cerca del pueblo. El misterio consiste en descamar bien los peces y
cortarlos en rodajas finas, de apenas dos centímetros de grosor, lavarlas,
salarlas, secarlas bien y freírlas junto con guindillas en aceite muy caliente,
humeante. Solo así queda el pescado dorado y muy crujiente y no tiene sabor a
cieno. Ahora comemos barata merluza
chilena o económicas doradas, lubinas o langostinos de piscifactoría pero no
podemos olvidar que en otro tiempo era un fiesta poder comer carpa o barbo
frito. Hoy la técnica de fritura de Josep Segura se puede aplicar a otros muchos
peces. La cocina es eso, dejar que algunas veces la memoria de otros tiempos
ayude a inventar las golosinas de este futuro. Fritura de carpa. Le hubiera
gustado mucho a Ota Pavel, Estoy seguro.
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