A los trece años perdí a mi padre. Después cambió el clima y la nieve comenzó a escasear en mi tierra.
Nada me ataba ya y me fui lejos, aprendí a cocinar, probé cuantos alimentos y guisos me ofrecieron en cualquier lugar del mundo sin ningún prejuicio ni remilgo. Descubrí también que si guisas a quién amas el amor dura más y es más intenso, pero también es más intensa y dolorosa su pérdida.
El domingo, como todos los años, me acerqué desde la ciudad hasta el pueblo a coger mandarinas. Ayer tuve que viajar al norte por trabajo y me sorprendió una nevada en el puerto. Paré a comer en un bar que conozco, buena gente con vino propio y comida muy sencilla. No pedí postre, solo un cuenco, una cuchara y un poco de azúcar, saqué las mandarinas que llevaba en el coche, llené el cuenco de nieve y me preparé aquel postre de mi infancia. El sabor era el mismo.
De nuevo en carretera, conduciendo despacio en medio de la nevada, me sorprendieron las lágrimas y tuve que parar.
No he hecho nunca a nadie este postre. Tal vez no lo haga nunca.
Pero hoy te lo escribo.
Gracias.. eres un hombre inteligente, sensible y profundo. No quedan tantos. Gracias de corazón por regalarme estos momentos.
ResponderEliminarJuana
;)
Eliminar