Pintura de Osias Beert |
He abierto una docena de ostras y me he comido una porque no me gusta el doce ni para las ostras, ni para las rosas, ni para los besos. Envuelvo el cuerpo de la ostra en un trozo de hoja de lechuga de mar que he resucitado en agua y luego he secado bien y meto ese pequeño paquete de mar en una traslúcida loncha de jamón ibérico. A parte he cortado en rodajas de dos milímetros una buena patatona para hacerlas suflé. Ya sabes, primero fritas en aceite medio caliente y luego, cuando ya están hechas las paso a otra sartén con aceite más caliente y se inflan como un milagro, llenas de aire, como pequeños globos crujientes. Entonces las abro con un cuchillo afiladísimo y meto dentro el paquete de la ostra y luego les doy un golpe de horno a los once paquetillos sobre un papel, para que se entibie ese relleno y se doren un poco más las patatas.
Saco estas patatas suflé rellenas de mar y las espolvoreo por encima con un poco de hierba-limón muy muy picada, sal y pimienta. Es una receta muy fácil, muy salada, muy rica. Cuando nos metemos la patata en la boca primero es el calor, el crujir, la ligera acidez de la hierba limón y después estalla el mar, el salazón, la risa de todas las sirenas.
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