Emborracharse nunca, pero sí alcanzar el "don de la ebriedad", ese lugar justo que el alcohol propicia para la libertad de palabra y obra, esa sensación mágica que hace que el amor salga siempre bien, loco, desmesurado y divertido.
Hay un plato mexicano muy rico que embriaga la carne, sea chuletón o solomillo. Adobo de tequila. Mezclo tequila reposado, zumo de lima y zumo de mandarina, aceite de oliva (todo a partes iguales) y añado chiles, ajo, orégano, comino y pimienta negra todo machacado. Sumerjo en este adobo la carne durante dos horas y luego aso las piezas a fuego fuerte, el punto justo. La carne esta exquisita.
Emborracharse nunca, que luego las resacas resecan nuestra piel de inmortales. Pero sí alcanzar el don de la ebriedad con dos o tres margaritas o dos o tres pisco sour antes de la carne acompañada con una ensalada de escarola, papaya, aguacate, granada y queso fresco de cabra y un aliño de limón, aceite y cilantro.
Eleuisis, risas, piel caliente, una copa de vino. La ebriedad nos hace humanos, tolerantes, más libres, lúcidos e intensos. Nunca amaría a alguien que no bebe vino, somos nietos de Catulo y de Safo, para nada de Nietzsche o de Heidegger, Uvas, sol y cultura.
Que cierto , Ramón. Cuántas veces intenté amar a mujeres que no amaban el vino!! Ahora se entiende el resultado. ¿Dónde estáis hijas de Baco? ¿Dónde disfrutáis del don de la ebriedad?
ResponderEliminarHay hijas de Baco. Nunca amé a ninguna abstenia. Enseguida notas que no hay química, nunca mejor dicho.
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