Ilustración de Antonio Azorín Molina |
No perder
sobre todo la curiosidad. Tampoco las ganas de sacar punta a las palabras, al
mundo o a la vida. Ser crítico y amable. Nunca quedarse quieto. Hay quién
pierde todo eso a los quince, a los dieciocho, a los veinte años. Hay quién no lo pierde nunca y sufrirá
por ello y por ello se sentirá bien algunas veces. Pocas.
Para que
alguien comience a cocinar e
incluso llegue amar el fuego, los cuchillos y las sartenes basta con
acostumbrarle a comer bien cada día y que pasen años. Entonces, un día, por circunstancias
y separaciones diversas, se encontrará sólo o sola, sin cocinero o cocinera
sustituta y descubrirá que no puede vivir sin comer bien. Ha nacido entonces un
nuevo cocinero o una.
No perder
sobre todo la curiosidad. Tampoco el orgullo y la arrogancia, elegante música
para andar por este mundo. Ser tierno y delicado. Nunca creerse dueño. Hay quién
pierde todo eso a los quince, dieciocho o veinte años. Hay quien no lo pierde
nunca y sentirá por ello el dolor de la soledad y por ello se sentirá feliz
algunas veces. Pocas.
El único
tiempo ganado es el tiempo en la cocina, en el amor, en el viaje. El resto del
tiempo es tiempo muerto, necesariamente desperdiciado en trabajos y desdichas,
formaciones y deformaciones del cuerpo y de la mente. El tiempo en el viaje, el
amor o la cocina no reporta otro beneficio que vivir y hoy se trata de otra
cosa, sobrevivir, pagar, comprar y deber.
No perder
sobre todo la curiosidad. Tampoco la ironía, la palabra bronca o el grito airado
necesario. Ser bueno en casi nada y hacer solo una cosa en ese instante, con
atención, intensidad y ganas. Nunca creerse joven. Hay quién pierde todo eso al
poco tiempo de comenzar a viajar, amar o cocinar y prefiere que de ahora en
adelante todo eso lo hagan otros, otras. Hay quién no lo pierde nunca y sentirá
por ello en el cansancio, el deseo y el hambre a sus mejores aliados. Siempre.
Días duros de
verano. Me hago hoy un breve bocadillo. Pan crujiente, panceta asada, pimientos
verdes fritos y me saben igual que estas palabras masticadas con gusto e
intención, libertad y aire.
Y de postre unas moras maduras.
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