Arroz con nada. Me gusta mucho el arroz seco, caldoso, en caldero, en paella, en cazuela, al horno.
Pan. Arroz, patatas nos salvaron del hambre. A veces es suficiente amor con nada, arroz con nada para vivir.
Tu, yo, las palabras y el silencio. Arroz, agua, sal, aceite.
Pero he visto las primeras setas del otoño en una tienda cerca de mi nueva casa, tengo un poco de parmesano, nana de cebolla y una triste col como la que utilizaba Charlie Bucket para hacerse la sopa.
Sofrío un ajito, la cebolla y los boletus, añado el arroz y luego el caldo de verduras Y veinte minutos después añado un poco de nata, el parmesano rallado, otro boletus rallado en crudo y revuelvo.
He escaldado la col para hacer a sus hojas maleables y hago con esas hojas paquetitos rellenos de ese risotto heterodoxo. Les doy un golpe de horno.
Arroz con nada o casi nada. Amor con nada o casi nada. Ese suele ser el más duradero, el que aguanta los años, las revoluciones, los cambios, la distancia, la vejez. En pequeños bocados alimenta el apetito, el cariño y la memoria
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