Los niños de pueblo teníamos esa ventaja. La de saber de dónde venían los alimentos. Coger fruta de los árboles, ver matar y preparar un cerdo, ordeñar una vaca, cabra, oveja, arrancar una zanahoria, coger una mora, pelar una nuez de su corteza verde o negra, desollar un conejo, contemplar asombrados como sale un huevo del culo de una gallina, aprender a buscar setas, corujas, tallillos, berros, espárragos, trufas…
Uno de los muchos alimentos, ahora raros, de mi infancia, eran los riquísimos calostros. Esa leche de las vacas, cabras, ovejas recién paridas cocida con azúcar que se comían fríos y tenían la consistencia del requesón. A mi me gustaban así, espesos. Se podía añadir un poco de leche normal para hacerlos más suaves o menos consistentes. Me vuelven loco los calostros. Igual que esa gruesa nata que queda encima de la leche fresca cuando se cuece y que yo batía con azúcar. Todos mis hermanos nos peleábamos por tal exquisitez.
Ahora han descubierto en los calostros muchas propiedades curativas, regenerativas, fortalecedoras del sistema inmune, virtudes casi milagrosas y lo venden (imagino que el extracto desecado o algo así) en pastillitas o capsulitas en algunas tiendas de dietética. Puag.
Creo que el mundo se divide hoy en dos tipos de personas. Los que crecieron en un pueblo y los que no, los que comieron calostros y los que no (si, esos y esas que miran con aprehensión y casi asco a la palabra “ca-los-tro”). Dos tipos, si: los que comieron teta y los del triste biberón de tetina de silicona o latex o goma.
Sabemos que el interés erótico hacia los pechos de las chicas es algo cultural (no metamos a Freud ahora entre las tetas, eso de la regresión a la infancia, el pecho materno, etc.) para muchas culturas el pecho tiene un interés sexual cero. A mis los pechos de las chicas me gustan, pero no tengo ningún ideal ni prototipo, me parecen que son parte inseparable de su dueña. Pensar en ellas, los pechos, las tetas, en abstracto, es difícil.
No sé a cuento de qué empecé hablando de calostros y ahora comienzo a escribir de tetas. Mejor lo dejo, que me estoy liando.
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