viernes, 7 de junio de 2013

ALITAS Y LECHUGA



Cuando seamos ancianos, aunque hayamos luchado por un mundo mejor, aunque hayamos trabajado tantas veces sin recibir salario, aunque hayamos hecho crecer a hijos que serán por entonces buenos ciudadanos, aunque hayamos, con voluntad, agrado y militancia, contribuido con tantos impuestos a que Europa marche, cuando seamos viejos, digo, nos quedará la alita frita y la hoja de lechuga revenida como los únicos manjares de subsistencia con los que podremos regalarnos gracias a nuestras futuras pensiones de miseria.

Lejos están los tiempos en los que creímos que entre los derechos reales de los ciudadanos, sólo por el hecho de serlo, por fin, después de tanta lucha, estaba el de tener un salario mínimo para no pasar hambre, ni frío, ni enfermedad curable. Lejos están los tiempos en los que un mundo mejor, más justo y libre, era aquel que cuidaba de sus ciudadanos viejos y les daba el pequeño lujo de las tranquilidad económica y del vivir unos años apacibles. Lejos están los tiempos en los que el progreso, su esperanza, su sueño, era hacer realidad los derechos del hombre aquí mismo, en nuestra casa, pero también en las casas de todos los hombres y mujeres de la pequeña tierra.

Así que yo me voy preparando, adaptando, conformando con el menú este, que aconsejaba tantas veces el bueno de Trapiello, de las alitas fritas y la lechuga amarga, de la manzana sobrera y el vino de brick.

Le queda a uno el consuelo de pensar que los que a esto van a condenar a millones de futuros viejos jubilados, también lo serán ellos y, aunque tengan ancianidades confortables propias de su clase y su egoismo, les tendrán que limpiar la mierda y dar la sopa y comprenderán entonces, tarde ya, que nadie elige envejecer, ni depender, pero que ese duro trance hay que pasarlo con un mínimo de confort y dignidad que a veces sólo se consigue con una digna pensión dineraria.

Frío las alitas de a euro la media docena, de a euro la lechuga romana, de a euro las dos manzanas amarillas para ir entrenando el estómago y el alma a la miseria que nos quieren regalar estos miserables que dicen gobernar la economía y el futuro de todos.

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