Villa Romana de Carranque |
En honor a tus
genes fenicios hago conejo en salmorejo a mi manera. Guisote ligero y sin
embargo sustancioso. Fácil y entretenido. Barato y antiguo. Comer conejo
de monte está en nuestra cultura, en el paladar de nuestra memoria, en nuestro
inconsciente colectivo de los humildes festines. Ya fenicios, griegos y romanos señalaron nuestra rara
apetencia y apuntaron algunas de las hoy extintas recetas con las que
degustábamos el abundante roedor que casi era entonces un plaga. Una teoría
lingüística dice que “Hispania” viene del fenicio ”i-spn-ya”, que hace dos mil
años antes de Cristo significaba “tierra de conejos”.
Guisados dos
conejos con su laurel, puerro, cabeza de ajo entera, tomate entero, cebolla entera,
rama de tomillo, pimienta, cuatro pimientos secos, vaso de vino dulce de Jerez,
aceite y sal, deshueso con los dedos su carne dejando trozos grandes y hago
puré la cebolla, el ajo y el tomate.
A parte, trituro un poco de pan duro, aceite virgen, tres tomates maduros pelados, el
hígado del bicho salteado, un trozo pequeño de pimiento verde, medio diente de
ajo crudo, un buen puñado de avellanas tostadas, uno pequeño de piñones crudos
y el caldo de la cocción suficiente para que la picada quede muy espesa y
tosca. Cubro los pedazos de conejo con esta plasta y horneo hasta dorar, apenas
diez minutos.
Obviando el
tomate y el pimiento el guiso podría ser fenicio, griego y hasta romano. Conseguir esta carne
tan sólo requería un poco de habilidad
cinegética puesto que era abundante y gratis en “i-spn-ya”. Me gusta tu
gen fenicio, no te creas, y lo bien que conoces todos los puertos de Mediterráneo.
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