Anduvimos por los bosques de arriba, entre bancales de olivos
abandonados hace cien años, selvas de castaños perdidos, algún viejo roble, zarzas, orégano seco, helechos dorados. Caminábamos
despacio, saboreando las pisadas, observando la maravilla que siempre es el
suelo de un bosque en otoño. Cogimos una buena cesta de amanitas de los césares
anaranjadas y amarillas, de dulce y sutil perfume.
Dejaste luego que la brisa de la tarde, cargada de humedad, se
colase hasta el fondo de la cocina. Encendiste la cocina económica para calentar luego
esa parte de la casa, hacer pan y asar medio cabrito que luego nos comeríamos
con los dedos como buenos, hambrientos y educados salvajes. También hiciste Tatín. Comezó a llover de
nuevo. Gotas muy gruesas golpeaban el ventanal de la habitación. Pusiste Alchemy de los Dire, me cubriste la
espalda con el edredón gordo y entonces me contaste la receta como quien cuenta el final de un cuento muy secreto o quien inventa un relato para escribirlo nunca.
Espolvoreas el fondo del molde de la sartén con cuatro o cinco
cucharadas de azúcar moreno. Cortas en láminas gruesas las amanitas cesáreas y
las colocas encima y sobre ellas unas nueces de mantequilla y un chorro de zumo
de limón. Lo pones al fuego y esperas a que se caramelice el azúcar. Entonces
tapas con una lámina de hojaldre la sartén y la metes al horno fuerte hasta que
suba y se dore. Cuando se enfría un poco la desmoldas y te la comes conmigo.
Hola Ramón. He descubierto tu blog gracias a la entrevista que te hicieron hace unos días en cadena SER. Me enorgullece decir que pertenezco a ese 10% de personas que se preocupan por comer bien, que disfrutan de los sabores auténticos y adoran la comida de verdad. Me encantan tus artículos. Aquí estaré, siguiéndote.
ResponderEliminarMuchas gracias Saga. Estupendo que seas "la resistencia" con conciencia de que comer es un placer y también un acto político de soberanía alimentaria y salud. Aquí seguiré e iré la radio de cuando en cuando...
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