Dibujo de Margarita Surnaite |
No se trata ni de caer por sistema en la comida basura ni de convertirnos en integristas de lo bio, sino en recuperar nuestra libertad y nuestra responsabilidad en un lugar que habíamos olvidado, seducidos también por la burbuja gastronómica y la mandanga de los alimentos caseroindustriales : la cocina.
Siento decirlo, pero a lo largo de más de veinticinco años de investigador de mercados para muchas marcas del sector de la alimentación he constatado una y otra vez que en la comida el axioma: “Máximo beneficio al menor coste” casa mal con la calidad del alimento y con la salud del consumidor. Hay excepciones claro, marcas y compañías que venden alimentos industriales de calidad, saludables, a un precio asequible y encima tienen beneficios. Excepciones.
Vacas locas, hamburguesas con caballo, tartas de Ikea con caca, salmones atiborrados de pesticidas, guisantes made in china que destiñen... sólo sale la punta del iceberg, la anécdota chusca. En Europa los lobbys pueden más que las asociaciones de consumidores, la legislación en este tema es un mínimo común denominador que a veces se cumple y a veces no. Un mínimo con unas carencias tan grandes que asustan a los expertos e investigadores que se asoman objetiva y científicamente a lo que estamos comiendo.
Igual que debemos ser responsables como ciudadanos de la política y no delegar más el gobierno de nuestra vida, nuestra ciudad, nuestro destino a una casta política alucinada, derrochadora y corrupta que nos ha gobernado tan mal, tampoco debemos delegar lo que comemos a corporaciones, multinacionales y marcas que buscan el máximo beneficio al menor coste. De lo que comemos depende la salud de los nuestros y no cocinar y no mirar bien los alimentos que compramos es de una irresponsabilidad bestial. Porque cocinar es eso, no un entretenimiento, ni un trabajo más o menos penoso, creativo, rutinario o placentero sino un ejercicio de responsabilidad fundamental. Si delegamos nuestras cocinas a los precocinados que aliña tan bien la publicidad con atractivos y modernos argumentos y colorines, igual que si delegamos el gobierno a tipos extraños, charlatanes e incompetentes que no conocemos de nada, acabaremos comiendo mierda y veneno, acabaremos desposeídos y arruinados.
Hay que tomar la calle y hay que tomar las cocinas, volver a aprender a comprar y a ahorrar, a decidir y a pensar por nosotros mismos. Delegar es siempre peligroso. Luego no te quejes si en lugar de una tarta de chocolate te han puesto delante una tarta con mierda o una hamburguesa de ternillas, no te quejes si el político decide como solución montar casinos y puticús, salvar a los usureros en lugar que a los débiles, seguir gastando en fiestas, tomatinas, fallas, toros y circos en lugar de en sanidad y pensiones, quedarse con tu dinero y tu futuro.
Hay que tomar la calle y ocupar de nuevo las cocinas, volver a ser ciudadanos y cociner@s, luchar por lo bueno que tenemos, intentar ir a mejor, trabajar lo mejor que podamos y sabemos en todo lo que hacemos, con orgullo por el trabajo bien hecho, sea una tortilla o un tornillo, no acomodarnos en lo fácil, no vaguear para ahorrarnos tiempo en pensar, en discutir, en hacer, en cocinar…
Quién no cocina y quién no ejerce cada día de ciudadano, quién está acostumbrado a delegar para así ocuparse de otras cosas que nos han vendido como “más importantes” se está equivocando, acabará comiendo caca y pensando que es una moderna y cómoda delicatessen, acabará en manos de gángsteres a los que tendrá que dar, como en “El Mercader de Venecia” un kilo de su propia carne.
Quién no cocina y quién no ejerce cada día de ciudadano, quién está acostumbrado a delegar para así ocuparse de otras cosas que nos han vendido como “más importantes” se está equivocando, acabará comiendo caca y pensando que es una moderna y cómoda delicatessen, acabará en manos de gángsteres a los que tendrá que dar, como en “El Mercader de Venecia” un kilo de su propia carne.
Cocinar es también una forma de militancia, de soberanía, de libertad.
Dibujo de Cristian Blanxer |
... y jamás ceder a la automentira de "no tengo tiempo para cocinar" o "es más cómodo". No ceder a esa forma de desamor hacia los demás, para quienes cocinamos, y hacia nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos,
Jose