Asados los puerros, quitó las capas superiores hasta llegar a lo tierno y abrió los tallos por la mitad.
En tres de ellos colocó finas láminas de foie.
En los otros tres una crema hecha con unos mejillones abiertos al vapor, triturados, pasados por el chino y ligados con un poco de besamel.
En los últimos apenas un poco de miel de pimientos.
Volvió a meter la bandeja en el horno para gratinar los puerros.
Hoy tocaba plato único.
Qué difícil aprender a ganar sin caer en la arrogancia, el autismo, la levedad del éxito. Qué difícil aprender a perder sin agotarse, vencerse, rendirse, domarse.
Lo primero suele ser escaso en la vida y lo segundo abundante, pero es igual de difícil no dejarse cambiar por esas experiencias que, en realidad, tan poco importan.
Huele la cocina a apetito, puerro asado, otoño suave. Hoy ha ganado un poco y perdido mucho y muchas veces. Vaya día.
Hay que abrir el vino, mirar su color, beber y comer despacio esta bandeja de puerros con tres sabores. Y vivir.
Hay que abrir el vino, mirar su color, beber y comer despacio esta bandeja de puerros con tres sabores. Y vivir.
Nota: para la miel de pimientos: asar tres morones y quitarles la piel y las semillas. En una cazuela a fuego muy lento poner la carne de los pimientos, 100 gramos de azúcar y 100 gramos de vinagre de Módena o de Jerez, eso según religión. Dejar cocer una hora hasta que se caramelice y cuidado que no se queme o se quede demasiado espeso. Después triturar y pasar por el chino.
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