(De un pasquín encontrado en la calle de Madrid. Año 2032)
Hubo un tiempo
en el que los hombres y las mujeres, con la ayuda del fuego y la memoria,
cocinaban sus propios alimentos.
Hubo una época
en que el tiempo era nuestra más preciosa pertenencia y utilizábamos sus horas,
sus días o sus instantes para trabajar, conversar, caminar y cocinar.
Hubo una época
en la que los hombres y las mujeres encontraban placer en derrochar el tiempo
junto al fuego, mientras un puchero burbujeaba muy despacio y luego, con hambre
y alegría, compartían el guisote sabroso y esas horas gustosas de la noche en
las que los cuerpos pierden sus fronteras.
Hoy el tiempo
es apenas mercancía y cuando nos sobra lo utilizamos para comprar y consumir el
ocio, sus gadgets y sus gestos vacíos. Nos alimentamos de lo que las industrias de la
alimentación denominan “comida” y que nosotros apenas calentamos en algún
aparato y presentamos en un plato con más o menos estilo. Nadie cocina ya,
nadie sabe hoy como transformar un vegetal, una legumbre, un pescado, un trozo
de carne o una fruta en un guiso apetecible. Hemos perdido un saber precioso y
una forma muy bella de perder el tiempo: cocinar. Y con ese saber hemos perdido
también un pedazo muy grande de nuestra soberanía ciudadana y de nuestra
libertad personal.
Estamos en
manos de corporaciones misteriosas, multinacionales oscuras, industrias cuya
finalidad siempre fue enriquecerse pero no alimentar mejor o de forma más sana
a sus consumidores. Estamos en manos de gobiernos corruptos, autoridades
ignorantes, poderes públicos infames cuya finalidad y necesidad se pierde en
discursos espesos, programas políticos nunca cumplidos, afirmaciones falsas y
estadísticas manipuladas.
Es tiempo de
romper con este presente. Es tiempo de recuperar la cocina y la inteligencia,
el fuego y la memoria. Es tiempo de cambios y revoluciones. Salud y Libertad.
Firmado G.G.
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