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Chupar,
sorber, lamer. No todo va a ser usar los dientes en esto del comer o del amar.
Me gusta más usar la lengua que masticar.
Venden en
Piornal de la Vera unas bolsas grandes y feotas de medio kilo con unos estupendos boletos deshidratados
de la zona, además son baratos y de una calidad muy superior a otras marcas que
venden unos poquitos gramos en bolsitas muy monas de papel celofán pero a
precios “gastronómicos” (carísimos).
Rehidratadas
las setas en un poco de agua caliente, las añado al generoso sofrito de cebolla
y zanahoria y cuando y están tiernas pongo el agua donde las he revivido, un
culito de Jerez y una cayena (o ají amarillo en polvo). Trituro bien este aliño y lo
reservo.
He guisado a
parte los caracoles a la llauna, sin más arte que el fuego, la sal y un poco de
tomillo. Cuando están listos vierto por encima de todos la salsorra de setas y
a comer.
Tienen los
caracoles con esta salsa de boletos un color pardo y terroso, poco glamoroso y
nada moderno, pero están muy buenos y es imprescindible rechupetar, sorber y
lamer a conciencia las conchas y todos los agujeros. Ya lo dije: me
gusta más usar la lengua que masticar.
Si a quien
amas le gusta esta receta tengo la certeza de que te lo pasas muy bien en el
yogar. Si no le gusta o no te gusta a ti… mal asunto, no se saborea con los
dientes, ni con el tenedor sino con la lengua y las palabras, que son casi lo
mismo.
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