Me gustan mucho los espárragos. Más los verdes, amargos y salvajes que los dulces y civilizados blancos. Los primeros me gustan
fritos con un poco de aceite y sal gorda acompañando unos huevos. Los segundos
cocidos junto a un poco de Torta del Casar. Y me gusta este manojo de
espárragos pintado por Manet.
Estos días merece la pena volver al museo Thyssen
y caminar con Cezanne por el campo o contemplar sus melocotones, sus peras, las
cerezas. Han sido tan imitados y mal plagiados los impresionistas que hay que
hacer un esfuerzo para volver a mirar estas pinturas con ojos inocentes. Pero no
hay impresionista que no nos conmueva a su modo: Degas, Pisarro, Manet, Renoir, Monet, Cezanne,
Mary Cassatt, Gauguin, Guillaumin, Van Gogh, Toulouse-Lautrec… cada cual con su
vida y su novela.
E. me ha contado la historia de este manojo. Esta pintura se la
compró el gran coleccionista Charles Ephrussi a Edouard Manet por mil francos.
Doscientos más que el precio acordado con el pintor. Manet agradecerá a su modo
la generosidad de su amigo pintando otro cuadro, titulado "El
espárrago" que le hará llegar a Ephrussi, acompañándolo de una carta
manuscrita: "Había quedado suelto uno de su manojo... Aquí está".
Conmueve también esta breve novela, la del amigo coleccionista tan generoso, la del amigo pintor tan
atento. Guiso unos espárragos
verdes, crujientes, poco hechos, llenos de sabor y primavera. En honor a Manet y Ephrussi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario