Para ellos y ellas gastronomía es un bocadillo de choripan o choriqueso, cualquier pizza precocinada y sin verduras, chocolate con mucho azúcar, bollería industrial, cereales con leche, pasta de sobre o pasta con tomate sin nada, cocacola, hamburguesa, salchichas industriales, galletas diet, actimeles y demás lácteos enriquecidos y sobre todo snack de todos los colores, sabores y formas. Y todo esto comido donde pillan y a la hora que les apetece. Cualquier alimento que se salga de esta dieta es “terra incógnita”, sofisticación inútil, comida rara, cosa de mayores, neuras de dietistas, consejos de madre con el colesterol alto, patrañas de la industria verdurera y de médicos de telereality.
Son inteligentes, despiertos, cultos, mundanos, activos, curiosos y sin embargo para ellos y para ellas, la cocina es sólo un microondas donde calentar las cosas y un horno donde dar un golpe de gratín a la pizza de antes de ayer ya algo seca.
No les juzgo, ni critico. No me horrorizo de su alucinante dieta, ni les sermoneo sobre su futura salud cardiovascular. Les miro perplejo alimentarse, llenarse la barriga de ese puré amorfo de proteínas procesadas y hidratos saturados de azúcar y seguir con sus vidas, estudios, trabajos, fiestas, viajes, proyectos tan felices.
Nunca haré proselitismo del arte culinario, ni me pondré el sayo de inquisidor del gusto o de puritano de la alta cocina o de integrista de la buena mesa. Nunca condenaré esa forma de ¿comer? o de aplacar el hambre. No les llamaré bárbaros del paladar ni incultos del placer. Allá cada cual con su vida y sus degluciones. Pero me asombra cómo en tan pocos años se ha perdido cualquier rastro de sensatez y cultura del comer y cómo no les importa nada alimentarse así, ni tienen mala conciencia, ni les preocupa.
Pasamos de la generación del hambre a la del exceso a la de las dietas a la del nitrógeno líquido a la del retorno al origen a la de….¿cómo llamarla?: generación Salander.
En el exitoso libro Milenium, tanto esa moderna Pipi llamada Lisbet Salander como su amigo el periodista Mikael Blomkvist y el propio autor de la novela Stieg Larsson se alimentan “así”, de “eso” durante toda la historia, pizzas, precocinados, choripanes y demás aliens de microondas junto con litros de café y refrescos y snack que los propios aliens tocarían con mucho reparo.
Tengo algunas amigas de esa generación, pero guardo la esperanza de que algún día, sin saber porqué ni cómo, descubran que comer es otra cosa. Hay gente que cree en cosas igual de improbables como dios o los marcianos. Yo creo en la cocina, el amor por los buenos alimentos y el placer de guisar y comer cosas ricas, buenas y sanas. Creo que algún día la generación Salander sabrá hacer y disfrutar de un guiso de verduras de temporada o unos crepes de salmón, puerros y queso de cabra. En algo hay que creer.
PD: La trilogía Milenium vendió millones de ejemplares en todo el mundo. Stieg Larsson sería hoy multimillonario gracias a su obra. Es terrible que muriera de un ataque al corazón fulminante al poco de publicar el primer volumen y cuando sabía que sería un éxito. El origen del ataque fue su afición a ese tipo de comida "salander".
hola R!
ResponderEliminarsiento mi ausencia de ayer. fue por motivos de "curro". dijiste que irías y me dijeron que fuiste. te abrazo fuerte.
por cierto, supe a la tercera línea de "generación salander" que hablabas (no voy a decir de mí sino) conmigo.
Dentro de la razon mas pura, esta la libertad de dejar libres a los demas para comer o alimentarse, pero ciertamente hay que creer que mas tarde o mas temprano esta generacion, tan bien llamada y descrita como Salander algun dia...aprenderan a cocinar y por lo tanto a disfrutar de la vida, mientras tanto alimentemosnos nosotros...y soñemos, yo por lo menos, en despues y a modo de postre en darle unos cuantos delicados bocaditos a la Salander....
ResponderEliminarMira que yo dudo que la generación Salander aprenda, cocine, etc... y eso que soy "optimista"...
EliminarMe encanta este blog, felicidades!
ResponderEliminar