Escabeche,
salazón, ahumado, secado… La imaginación es fértil cuando se han de conservar
los alimentos de las corrupciones y las intemperies. Lo mismo con el amor:
añoranza, palabras, caricias, risas… son las mil y una formas que tenemos para
que las intemperies y los años no arruinen esta dicha nutritiva.
A mi me
gusta mucho el escabeche que puede convertir un proletario pollo en golosina,
el salazón en transforma un pescado soso en brisa de mar, el ahumado que hace
que una morcilla se vuelva un sueño, el secado que transmuta carne anodina en
sabroso masticar.
A mi me
gusta la añoranza que hace transparente la distancia, las palabras que inventan
un verso afilado, las caricias que nos desarman la arrogancia, la risas que nos
ayudan a disolver el miedo y volver a ser niños valientes y curiosos.
Por eso
hice hoy de nuevo pollo en escabeche con muchísima cebolla, pimienta negra y
ajo. Guisado muy despacio, sofrito antes en grasa de oca. Luego la grasa queda
arriba tapando esta golosina que una semana después comeremos templada sobre
rebanadas de pan tostado mirando esta lluviosa primavera. Recordaré entonces
unos pocos de los versos de “piedra de sol”: Los dos se desnudaron y se amaron / por defender nuestra porción
eterna, / nuestra ración de tiempo y paraíso…
Todos
tenemos derecho a esa “ración de tiempo y paraíso” que es necesario reconquistar
siempre y siempre tenerlo muy presente.
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