Me enseñas en la tablet una fotografía de quién amas ahora, que tiene nombre de azul y de rojo, porque el amor es eso, apenas un brillo distinto en los ojos y las palabras que se te escapan en algunos poemas. Además ambos sabemos que amor y ahora son las únicas palabras que se tocan con fuerza, cualquier otra como: siempre, mañana, años, futuro… se separan del amor, hecho de agua, como si fueran de aceite de colza desnaturalizado.
Yo te digo que
no hay brújula para orientar lo que escribo y que he descubierto mapas que hablan de una tierra en la que nadie estuvo. Tu me dices que has aprendido a
hacer el caldo de Ramen y a encontrar la trama preciosa y barroca del porvenir en
esa ciudad monstruo en la que vives.
Amistad a lo largo, desde hace mucho tiempo. Nunca te he disculpado ante las gentes a las que hicieron arañazos tus propuestas, ni tu criticaste nunca mi pereza y mis dudas ante el pobre trabajo de inventar más historias. Siempre he admirado tu forma de elegir los caminos laborales o íntimos sin dejarte sobornar por la paciencia y tu siempre te deslumbraste ante mis intrigas y rastros inventados cuando apenas estaban en esbozo. Amistad a lo largo, sin disimular nuestras toneladas de dudas y miseria, relatando también el encanto de explicarnos otra vez ese verso de Mario: una mujer desnuda y en lo oscuro / es una vocación para las manos / para los labios es casi un destino / y para el corazón un despilfarro / una mujer desnuda es un enigma / y siempre es una fiesta descifrarlo.
O después, cuando la señora Nada, la amiga Silencio o la tía Soledad se han unido a la fiesta hasta ser ya las únicas viajeras que nos acompañan, explicar el uno al otro que adelante, a seguir, a dejarnos llevar por la aventura de tener toda la vida por delante.
Amistad a lo largo, desde hace mucho tiempo. Nunca te he disculpado ante las gentes a las que hicieron arañazos tus propuestas, ni tu criticaste nunca mi pereza y mis dudas ante el pobre trabajo de inventar más historias. Siempre he admirado tu forma de elegir los caminos laborales o íntimos sin dejarte sobornar por la paciencia y tu siempre te deslumbraste ante mis intrigas y rastros inventados cuando apenas estaban en esbozo. Amistad a lo largo, sin disimular nuestras toneladas de dudas y miseria, relatando también el encanto de explicarnos otra vez ese verso de Mario: una mujer desnuda y en lo oscuro / es una vocación para las manos / para los labios es casi un destino / y para el corazón un despilfarro / una mujer desnuda es un enigma / y siempre es una fiesta descifrarlo.
O después, cuando la señora Nada, la amiga Silencio o la tía Soledad se han unido a la fiesta hasta ser ya las únicas viajeras que nos acompañan, explicar el uno al otro que adelante, a seguir, a dejarnos llevar por la aventura de tener toda la vida por delante.
Para el caldo
de Ramen debes hervir combu y dejar infusionar las algas varias horas. Mientras
tanto tuestas en el horno unos huesos de cerdo y troceas con la macheta, en
pedazos muy pequeños, un pollo entero limpio de grasa y de sangre y también unos
dados de bacon ahumado. Cueces y recueces a fuego muy lento todo eso, los
huesos, el pollo, la panceta, el agüita de algas y dos puñados de sitakes secas.
Cinco, seis, siete horas despacio en el fuego. Luego añades una cebolleta dulce,
zanahorias cortadas en dados, un puñado más de sitake, una punta de puerro y de
apio y sigues la cocción una hora más. Filtras entonces este caldo presionando
en un chino grande el informe puré que te ha quedado y lo dejas reposar en la
nevera una noche entera. Luego lo desgrasas y ya tienes listo el caldo base
para hacerte un buen Ramen made in Hong Kong.
Me lo apunto.
Ya te diré que tal me sale. Me despido diciéndote por enésima vez que cocinar
es un arte difícil, aunque no más difícil que amar. Tu respondes: ya sabes, todo depende siempre de la
calidad de los ingredientes y de cuidar el fuego, el tiempo, el apetito.
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