Machaco en mi
gran mortero de piedra unos dientes de ajo, media bola de guindilla, un puñado
de cilantro, unos cominos, pimienta negra, canela, sal, tomillo,
hierbabuena. Mejor si en la receta
hay pocas palabras. Tengo los ojos llenos de la novela de Salter, “Juego y
Distracción”. Comidas con hambre en restaurantes franceses de provincias y
habitaciones de hotel desangeladas donde probar lo que tiene el amor de
libertad procaz y sin adornos. Añado dos copazos de vino de Málaga, remuevo en
el mortero y embadurno los pedazos de conejo en el adobo. Mañana sacaré la
carne de este limo, enharinaré los pedazos y los freiré con alegría para tener
un primer plato sabroso, picantón y algo caníbal por lo que tiene de comer con
los dedos y roñear con minuciosidad los huesecillos. Pasa igual en el sexo, si
no hay dedos y poca educación, minuciosidad en el roñeo y apetito, se queda en
gimnasia para torpes, desahogo glandular o muermo zen.
Imprescindible
para redondear el festín un vinito con encanto y rojo oscuro, y una ensalada fresca
y de morder, de judías verdes y manchego rallado por ejemplo.
Juego y
distracción, conejo frito picante y siesta de verano. Y gracias por la historia James.
No hay comentarios:
Publicar un comentario