lunes, 27 de abril de 2009

NOMBRAR EL CORAZÓN

Cocinar tiene sus secretos. Hay quién esconde los trucos, guarda para sí las recetas. Teme perder ese tesoro. Yo ya no guardo ninguno.

A veces pensamos que las palabras no sirven, que el corazón tiene su propio idioma, que el amor solo es un soplo leve que desaparecerá con las estaciones. Imaginamos que el otro no nos quiere, no nos desea, no nos ama como nosotros le deseamos, amamos o queremos. Aplicamos la imposible reciprocidad, la trampa de suponer, deducir o pensar lo que puede ser o no.

Ese es el peor de los engaños. Las palabras han sido siempre la mejor forma de desnudar el corazón. Decir, mostrar, desnudarse despacio con la voz es la única forma de no equivocarse, de que no pase demasiado tiempo y todo ya sea tarde.

Ha pasado mucho tiempo. Ya no temo equivocar las palabras. Ya no necesito los silencios. No imagino. Voy al amor y le nombro. Y qué importa que ya no nos quiera. Desnudar el corazón con palabras nos hace humanos, libres, fuertes. Decir te deseo, te amo, ven…y después mirar sin miedo el brillo de los ojos es la mejor forma de empezar a vivir y a sentir el placer de decir en voz alta lo que somos. Lo que soñamos. Nunca más callar.