martes, 29 de diciembre de 2009

OSTRAS CON GUILLERMO

Sigo creyendo poco en la alienación marxista y mucho en la soberanía del ciudadano. No vivimos por fortuna ningún Brazil, ningún 1984, ningún Mundo Feliz (por ahora). Nos pueden ofrecer basura, anunciar, publicitar, aconsejar que la televisión basura o la comida basura o el amor basura o que comprar en esos "no-lugares" llamados centros comerciales o grandes superficies es estupendo, divertido, equilibrado, cómodo. Luego elegimos. Podemos elegir. Somos idiotas, a veces, pero no tanto.
Si nos ofrecen televisión basura podemos no verla, si, aunque parece difícil de creer, es posible, basta con no encender el cacharro (o no tener TV, yo no tengo). Tampoco es obligatoria la ingestión de comida basura, ni buscarse un cómodo amor bajo en calorías y con bífidus activo, ni ir a comprar a un no-lugar. Hay muchos mercados y tiendas de alimentos, carnicerías, pescaderías, fruterías estupendas en Madrid o en Barcelona o en cualquier ciudad de España.
Pero muchos mercados y tiendas de barrio agonizan, los consumidores dejan de ir, no van a comprar allí, prefieren los no-lugares, los grandes centros comerciales. Los hábitos de compra de los españoles han cambiado, les encanta la basura, hay libertad. Ir a los no-lugares se ha convertido en una forma de ocio-consumo masivo. No sé si el Mercado de San Miguel agonizaba o estaba en peligro de extinción como el de La Cebada y Los Mostenses. Su construcción, bajo la dirección de Alfonso Dubé y Díez, se concluyó en 1916. Ahora se ha restaurado el edificio, el único de su estilo en Madrid y se ha convertido en un mercado de alimentos ricos, gourmet, delicatessen, de calidad, un mercado pijo, pero vivo, animado, lleno de gente dispuesta a tomarse una copa de vino y una tapa o comprar algún alimento rico. En el mercado hay un pequeño puesto de ostras francesas, exquisitas, fresquísimas, de diversos tamaños y precios que no son más caras (son más baratas) que las que se pueden comprar en un no-lugar cualquiera.
Si, es cierto, ya no están los puestos tradicionales, ya no es un mercado "de verdad" como era antes, es otra cosa, pero esa "cosa" pija en la que se ha convertido, me gusta, me hace feliz. Aborrezco de los no-lugares y apuesto por las tiendas de barrio que han sabido evolucionar, cambiar, cuidar y mimar al cliente. También me gusta la reconversión de este mercado ahora siempre lleno que antes agonizaba porque la gente cada vez iba menos. Los consumidores son soberanos, no son menores de edad, pueden elegir entre la mierda y la comida, entre el ocio en un "no-lugar" y dar un paseo por la ciudad, entre la televisión basura y leer, vivir la propia vida, cocinar algo bueno, aprender algo útil, divertido o placentero.
Sospecho y me alejo de esos que dicen que al pueblo "hay que educarlo", a los que se creen más listos y más sabios, élite superior que decide lo que conviene y no conviene a los demás. Hay que educar a los menores de edad, el resto de ciudadanos ya son mayores, son soberanos, tienen libertad, no necesitan la tutela de nadie. Pueden elegir ver televisión vómito o hacer otra cosa, elegir entre comida basura o comida de verdad, fumar o no fumar, drogarse o no drogarse, aprender a hacer salsa de tomate o preferir el ketchup.
Aquí mi hijo Guillermo, que prefiere la ostras del mercado de San Miguel al Burger King, odia los no-lugares y quiere ser cocinero. Ojalá.

1 comentario:

  1. muy bueno, espero no te moleste pero agregare alguna receta en mi espacio, siguiendo tus pasos.Mario

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