jueves, 6 de mayo de 2010

COMER EN LA BAÑERA

(Ilustración de Leslie Ditto)

Después de los lujos prácticos que nos han liberado en parte de la esclavitud del hogar en las sociedades desarrolladas: nevera, grifo, lavadora, cocina moderna… hay un lujo que echo de menos en mi casa de Chamberí. Ese lujo es la bañera. En muchas casas modernas se prescinde de este mueble y se prefiere la ducha de hidromasaje. Pero no hay nada con una bañera de agua muy caliente con sus sales, aceites, pétalos, espuma. En mi casa de Jara si tengo bañera. Uno de los placeres más intensos y prolongados tras un día de monte o río es meterse en ella con un libro en la manos. Muchas veces el libro perece ahogado porque me quedo dormido.

Si me dijeras, cualquier día, ¿qué quieres de postre?, te diría que te quiero a ti, sin azúcar ni nata. Pero cuando no estás me tomaría de postre un baño caliente, largo, dulce.

Suelo comer en ella emparedados de jamón serrano y beber vino fresco. Ahí, metido en la bañera, entiendo perfectamente porque las sirenas no quieren nunca salir a tierra.

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