lunes, 8 de noviembre de 2010

SOBRAS DE AYER...

Sobró hummus de ayer y he repetido la mezcla. Esta vez con gambones apenas dorados con una salsa que hago con el coral de sus cabezas y un poco de vinagre de arroz, aceite, ajo, sal. Después de comer leo “lo que me queda por vivir” y “la nieta del señor Linh”.

Es verdad lo que decías. Las palabras son la sal de la vida, sin sal no hay cocina, sin palabras el amor solo son sobras para recalentar. Pero hay días en que ni sal ni las palabras nos sirven para mucho. Días en que necesitamos sentir que amamos y que también nos aman. ¿Pero cuándo no?, ¿me cansaré algún día de cocinar¿ ¿y de morder la sal de las palabras?. Me gusta el sabor del hummus aunque sea de ayer y la tibieza delicada de las gambas doradas con el zumo de sus pensamientos y los míos. Llegan las nubes y el frío por fin, ¿porqué me defiendo tan bien de la intemperie del mundo y tan mal de la intemperie de los otros?, ¿porqué me gusta sentir el viento helado de noviembre en la cara y me hace llorar a veces una brisa de distancia?. Hoy el hummus me sabe a aquel primero que nos hizo un compañero palestino hace más de veinte años y los gambones saben al mar, ese mar que me ha limpiado tantas veces la tristeza. ¿porqué un sabor se guarda tan adentro? ¿porqué no olvido nunca los sabores?. ¿Porqué no olvidé nunca?

2 comentarios:

  1. Apetece. Apetecen las sobras de ayer, a veces; apetece el frío en la cara, a veces; apetece el recuerdo, a veces...
    En otras ocasiones, lo que mejor nos viene es un nuevo sabor que nos sorprenda.
    Querer y ser queridos... siempre.

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  2. Un nuevo sabor que son sorprenda... y tan difícil cambiar, probar sabores nuevos, arriesgarse. En la comida es fácil, ¿pero en la vida...?

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