jueves, 24 de abril de 2014

QUESADILLA DE LLUVIA

Pintura de John Fisher

En días lluviosos de primavera, con el cielo de plomo y el agua limpiando el aire con su furia suave, me gusta desayunar una quesadilla de jamón, queso de cabra,  rúcula y albahaca. Coloco sobre la tortilla unas cucharadas de quesuco, el ibérico muy picado, el tomate pelado, cortado en dados pequeños y la albahaca y la rucula cortada con la mano, de cualquier forma. La cierro con una nueva tortilla, vuelta y vuelta en la sartén y luego unos minutos al horno fuerte son suficientes para que quede crujiente y sabrosa.

Mi tierra es lluviosa y verde, se acuesta en la falda de una montaña enorme de la que nacen por todas partes torrentes. Pero allí la lluvia no tiene nada de tristeza ni saudade sino de euforia y optimismo. Nada me gusta más que salir al campo, bajar al río a pescar, notar las goterones gordos golpeando el sombrero.

Almuerzo la quesadilla junto a un buen café solo natural y suave. Me pongo ropa caliente, el vadeador, el impermeable, el sombrero viejo. El río va creciendo pero no está turbio, la lluvia arrecia. El mundo se divide en dos pueblos, los que huyen de las lluvias buscando siempre un refugio y los que dejan que las lluvias les limpie la sonrisa.

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