Los fósiles de la ciudad siguen resistiendo mientras las vidas que
corren por abajo se queman con la rapidez de un velo. Fósiles de hormigón y
cristal, acero, estuco, plástico. Las vidas de quienes viven allí son como chispas iluminando algunos
instantes el enorme tiempo y después nada. Sobre todo eso el calor es ahora una
caricia. Ha bajado al mercado a comprar para comer y se ha subido cebollas y
patatas, huevos y perejil, cerveza y pan. Fríe las patatas y la cebolla,
también el perejil, bate los huevos, añade la sal, cuaja despacio la tortilla.
La
saborea con lentitud, a conciencia, con voluntad de hambre, de no dejar nada.
Masticando el pan, lavando el paladar con la cerveza para volver con ganas a la
mágica mixtura de una tortilla de patatas asimétrica, poco cuajada, casi salada,
caliente. El mundo va deprisa, él ya había perdido esa velocidad, se dejaba
llevar sólo por la marea hasta que la tortilla le ha recordado todo. El olor de
la tortilla en la ciudad sin límites.
Voy a hacer una ahora mismo!
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