lunes, 27 de julio de 2015

CHURROS Y CERVEZA EN EL CAFÉ COMERCIAL

El cine sigue siendo una granada de mano en el cerebro, un beso en la ingle, un grito en medio de la calle que da el loco al que aún no extinguieron o hicieron ingerir una pastilla roja o azul para hacerle invisible como en Matrix. Pasolini lo vio pronto y tiró de la argolla muchas veces. Hay otro cine de ruido y furia, de pan y circo, de lobotomía y palomitas que emponzoña los ojos del presente. Pero ese cine es un batido de vainilla con mucha azúcar que empuja al sobrepeso, no el cóctel Molotov lleno de ácido sulfúrico y vaselina que entra primero suave y luego quema por dentro la barriga, las certezas, los consensos y lo poco sagrado que aún se esconde en nuestros ojos, en apariencia libres. ¿Resistirán los Verdi, los Golem, los Renoir? ¿Recordáis los Alphaville? Allí vi “el Festín de Babette”. Un secreto: las noches de luna llena, sed de besos y hambre de hummus en compañía, si entráis en el Ebla y le decís a Juan la contraseña os enseñará los letreros originales que lucía aquel cine con nombre de peli de Godard. Podéis llorar.

Y las tiendas, los bares, el comercio, que fueron en un tiempo la sangre que hizo crecer a las ciudades, hoy las arrasa, las vacía, las llena de franquicias y turistas adictos a la pizza y al selfie. Crece la epidemia de “no lugares”, de urbes clónicas, de arquitectura de cartón, de calles atiborradas de consumidores y escasas de paseantes. ¿Alguien recuerda el bar Avión? ¿aniquilarán el Café Central?, ¿podéis creer que acaban de cerrar el Comercial? Cuando yo le conocí e hice de él el salón de mi casa la modernidad eran los parques de atracciones de las exposiciones universales, las olimpiadas, cierta España del cambio que Lampedusa ya nos había explicado por boca de Burt Lancaster. La Movida estaba ya vencida, vendida y momificada y del festín sólo quedaban los restos del naufragio de bellísimas medusas con la aguja en la vena y toda una generación de nietísimos de Lenin aniquilados o convertidos en yupis hijoputas. En este decorado descosido Román organizaba una tertulia en el Elígeme y allí conocí a Juana que me regaló a Pasolini y a Manara, la suavidad de su edad y la certeza de estar trazando una cicatriz perdurable en mi deseo. Luego, muchos años después, perdidas sus caricias y su rastro, leyendo en ese café la traducción que hizo mi abuelo Teodoro en el año treinta del siglo pasado de la Medea de Eurípides, en ese mismo lugar precisamente, no pude dejar de recordar a Pasolini proponiendo el mismo acertijo pero convirtiendo en modernísima una Medea apasionada, feminista, fuerte, sabia, mágica, suicida. Nada borré de aquellos tiempos. La memoria respetó sus invenciones. Me quedó el gusto por el cine en salas pequeñas, frescas y oscuras, el interés por los rostros angulosos que utilizaba siempre Pasolini, el perfume preciso de las ingles de Juana, la emoción de esas noches de tertulia, el lujo de ir a escribir al Comercial, o a leer, o a besar. Luego llegaron los posmodernos a convertir las librerías en playas de Benidorm y las guerras de Irak y las hordas neocon llenando de lepra y sobornos las ciudades. Luego el tsunami del ladrillo, la globalización de los mercados y el estupefaciente de las redes sociales arrasó hasta los versos de Pier Paolo, Luego el casposo de Álvarez del Manzano, el repelente Ruiz-Gallardón, la horreur de Ana Botella, ya sabéis, la agonía de Madrid.


Si, está ial ado el Café Comercial, ¿planercial o a leer, o a besar al selfie. espejo roto. Un balcnes a veces muy altos leo los labios. cerrado el Café Comercial ¿podéis creerlo? El camino de hoy está lleno de ruindades, de hermosos vencidos, de amigos muertos que fueron jóvenes a veces como Krahe  pero también de revueltas y palabras tan llenas de perfume como entonces. Mañana será mejor porque ahora, hoy, pasado mañana, ya no hay alternativa. Grândola, vila morena, terra da fraternidade y Eurípides en Grecia contra Europa. El Quince Eme asaltando los cielos y la nieta de Carlos Marx en bicicleta proponiendo en Madrid no pasarán. Espero que vuelva a abrir el Café Comercial.


1 comentario:

  1. Tan triste como cierto su retrato de unos años, ya vividos, de Madrid.

    Saludos,

    Jose

    ResponderEliminar