miércoles, 4 de mayo de 2016

CONEJO CON HIGOS


Cocinar nos cuida la memoria, la histórica y la otra, la amorosa y la oral, la perdida y la que un día soñamos. Luego necesitaremos tiempo y ganas, pasión y hambre. Parece que estoy hablando de sexo.

Hago un paté de conejo. Trituro su carne deshuesada junto con un poco de tocino y jamón, sal y pimienta, piñones y algunas trompetas negras picadas. Entierro en la farsa los dos lomitos limpios, los riñones y el hígado cortado en tres o cuatro trozos. La pasta va al molde albardado con una buena tocineta muy fina, y luego al horno y al baño maría.
Acompañó el fiambre con unos dados de gelatina de higo chumbo. Lavados y pelados los higos con cuchillo y tenedor, triturados y pasada por el chino su pulpa, añado un poco de azúcar y gelatina neutra desleída en agua. Mezclo y aguardo a que se solidifique el invento en la nevera.

Cocinar carne con fruta convoca erotismos antiguos, recetas de otro siglo, festines sin prisa.  Los higos de higuera o de chumbera le van bien a las carnes.  Ya lo dijo aquel griego poeta, “me gusta la fruta de tu carne, que sabe a mar y a higos en sazón”. Han pasado unos miles de años, pero somos los mismos, con igual paladar.

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