sábado, 17 de octubre de 2009

EMPANADILLAS RELLENAS DE BUTIFARRA, NÍSCALOS Y EL DON DE LA BELLEZA

(fotografía:Katarzyna Widmanska)

Me gustan tus formas, tus piernas, tu culo, tus brazos, la frontera de piel y de carne que te define. Es curioso lo poco que en el fondo nos afecta a los chicos los estúpidos modelos de belleza con los que nos machaca el sistema de consumo. Delgadez extrema, talles largos, figuras altas, formas adolescentes adobadas de maquillaje y photoshop… y sin embargo lo que nos gusta, excita, enamora es siempre la verdad, la verdad de los cuerpos. “Los cuerpos son sabios” que decía el poeta. Te miro y me gustas pero no solo tu cuerpo sino porque ese cuerpo es el tuyo. También ahí la trampa del mercado no cuela, a pesar de tanta propaganda, quién lo diría, es curioso, lo que de verdad deseamos, amamos, nos excitan son las personas no tanto su carne o no sólo su carne.

Me gustan tus ojos, tus labios, tu olor, tu sonrisa, tu voz, la belleza que el tiempo ha puesto en tu piel y en la piel invisible de tu forma de ser. Te miro de cerca esas arruguitas que el sol y la vida te fue dibujando. Ellas me hablan de todo lo que has visto y aprendido, de todo lo que sabes y que guardas. Ese empeño del sistema de consumo por vender cremas milagro, venenos diversos, cosméticas varias y sin embargo la belleza que nos conmueve es algo sutil y complicado, no es desde luego la cara de una adolescente de las revistas de moda sino la cara de una mujer, su historia, su tiempo, su saber sobre todo.

No es retórica, ni rara opinión lo que digo, tengo amigos que me dicen lo mismo. Por eso hoy me apetece una pequeña bomba de sabor, el sabor sin sutilezas ni photoshop, unas empanadillas de butifarra y níscalos muy calientes que me llenen el alma del sabor de la carne, el bosque y las especias. Sofrío cebolla muy picada y dos dientes de ajo a fuego muy lento y luego añado los níscalos y más tarde rodajas de butifarra cruda, blanca o negra da igual hoy, remuevo sin prisa, espero, dejo que el tiempo y el calor conviertan el sofrito en un gruesa pasta que luego dejo enfriar. Relleno con esa farsa unas obleas de empanadilla que frío en aceite caliente hasta dorarlas bien y me las como despacio, saboreando cada bocado, mojando el alimento con un Moscato, ese vino sutil, dulce, fresco, muy poco alcohólico.

No puedo decir que estas empanadillas tengan tu sabor, solo puedo decir que me llenan el estómago de felicidad ya que hoy no estás cerca ni puedo mirarte y disfrutar de tus formas, de tu verdad, de tu voz, tu olor.

Mientras, ahí fuera, sigue el ruido y la furia que alimenta ese monstruo que llaman falsamente belleza, industria de la belleza, cuando la belleza es otra cosa, ese calor remoto que nos llena la memoria, que nos excita y nos hace tan felices porque ese cuerpo es tuyo y no porque tú seas de ese cuerpo.

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