Durante miles de años los humanos comimos almejas y caracoles. Hay depósitos prehistóricos de millones de caparazones y conchas, montañas de sedimentos que representan el alimento de muchas generaciones. Hoy guiso unos caracoles de tierra con su jamón picado, su salsa de tomate, cebolla, laurel, pimienta en grano, Jerez, tomillo… cocinados despacio.
Caracoles para cenar con cerveza helada. Cena de lujo o cena de subsistencia o cena de nómadas o cena de resistencia. De volver al origen de esta aventura incierta que es la vida. Cerca del mar tiene mejor sabor la comida disponible y el hambre llama al cuerpo con música distinta.
Entonces no nos pesaba la experiencia, ni el equipaje, ni los tesoros, ni los objetos. Todo sabía a recién hecho y nunca se perdía la sorpresa del sabor de un alimento que siempre era incierto y difícil. No había granero, ni desván, ni bodega, apenas un hatillo con lo mínimo y las armas de la experiencia, un arco, un arpón, el abrigo prestado del hermano de ruta. Saboreo despacio los caracoles y bebo a grandes tragos la cerveza. Luego, en el sueño, camino por la orilla de ese mar milenario con los míos, hago montañas de conchas y de lapas. Entre las rocas que ha dejado desnuda la marea se ofrecen las algas para una ensalada y los cangrejos negros, los dátiles de mar, los cohombros, los camarones… proponiendo una mariscada antigua, cruda y rica.
Sólo los sedentarios son obesos, sólo ellos conocen el hartazgo, el empacho y el aburrimiento de comer pan, carne, vino, dulces... sin la incertidumbre de qué comerán mañana. Los nómadas en cambio saborean la carne de espardeña, la lengua del dátil, el coral del cangrejo recién cazado, la transparencia del camarón, la gomosa textura del caracol asado… engolosinados con cada brizna de sabor y de jugo. Felices por un momento. Masticarán despacio, considerarán sabrosas esas lapas, aliñarán la lechuga de mar con un poco de sal seca de esa roca y el zumo de un limón verde que robaron. Y más tarde, satisfecha por hoy el hambre, alejados con la hoguera los fantasmas, se contarán las aventuras de sus vidas, el lobo, el cachalote, la helada, la sequía, el camino largo, el cansancio, las dudas, el escorpión, la fruta, la víbora, el apoyo de una mano para seguir adelante. Sueño mientras hago la digestión de los caracoles. Estoy muy lejos. El mar ronroneando detrás, o cantando, o nombrando con envidia las formas de una piel que yo acaricio.
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