Entra por la
ventana un viento de menta. Me vas a
matar de una pulmonía. Le dices. Porque le gusta mucho abrir por la mañana
todas las ventanas de la casa, de par en par, aunque afuera esté nevando. Ha sido
ella la que ha plantado macetas de menta en los dos ventanales de la cocina y
el olor de las plantas perfuma la brisa helada.
Prepara para
comer bocaditos de atascaburras encerrados en pasta brik frita y luego un poco
de marisco. Sobre una fina lámina de gelatina de algas wakame extiende una crema de
mejillones y sobre esa crema fría una hermosa vieira marcada en la plancha.
Sobre ella apenas unas gotas de vinagreta de melisa y un salpicado de huevas de
pez volador.
Para la
gelatina ha rehidratado las algas, las ha picado y ha mezclado esa ensalada con
gelatina neutra deshecha en agua caliente. Para la crema de mejillones ha
triturado los bivalvos y ha pasado la pasta por el chino para dejarla suave y
limpia de pellejos, aliñando esa crema espesa con un poco de aceite de oliva, vinagre
de arroz y sésamo tostado. Tras marcar la vieira la ha troceado en dados grandes
extendiéndolos por esa cama anaranjada y decorando aún más tanto colorido con las huevas verdes de pez volador al wasabi y la vinagreta alimonada.
¿Y si el mundo se acabase mañana? Le respondes que el mundo se acaba muchas
veces, muchas miles de veces cada día. Sólo
hace falta que quién lo contempla muera. Luego le cuentas que casi toda la
vida se ha terminado también bastantes veces en la larga historia de este pequeño
planeta. En el Cámbrico, el Ordovítico,
el Silúrico, en el Triásico, Cretácico, Holoceno… Ha habido ya muchos fines del
mundo hace miles o millones de años y habrá algunos más antes que el sol nos
seque para siempre.
Si mañana se
acaba el mundo sentirás que has vivido bien y mucho más de lo que siempre
pensaste. Y si no se acaba, seguirás disfrutando de la fortuna de vivir y de tocar
un día más el presente. Saboreáis los saquitos de pasta de bacalao y patata, la
vieira en su cama, la tarde, la nieve de fuera con olor a menta y os bebéis
despacio el Syrah manchego. Ella se queda algo inquieta con eso del Ordovítico. Él
sonríe con los ojos cerrados tocando con los labios su piel, parte exterior de un ejemplar animal que apareció por aquí hace sólo doscientos mil años y cuya esperanza de vida era hasta hace pocos siglos menos de cuarenta años. Tal vez explote una supernova y nos frían sus rayos gamma, o reviente sobre la tierra un meteorito o vuelva una glaciación o una tormenta solar o cualquier otra desgracia del azar, las posibilidades de hecatombe planetaria son diversas, pero el tiempo íntimo, subjetivo, imaginario, personal es otra cosa y se puede alargar durante la noche, estirarse, detenerse, enredarse... que para eso somos nietos y nietas de Scheherezade.
Genial y delicioso!!! No se que consigue alimentar más el cerebro o el estómago.
ResponderEliminarSaludos. Pilar Fuertes
Muchas gracias Pilar.
ResponderEliminarHola Ramón,
ResponderEliminargenial, como siempre. Por otro lado, hay un error en el primer párrafo. Falta una hache: "A sido ella la que ha plantado macetas de menta (...)".
Saludos,
Jose
Gracias Jose. Buf...
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