sábado, 29 de agosto de 2009

ME IMPORTA UN PIMIENTO

Fotografía de Edward Weston

¡Me importa un pimiento!. Que para mi es mucho. No puedo imaginar como sería nuestra cocina sin el pimiento. No digamos ya sin la calabaza, el tomate, las patatas, el chocolate…El ser aborigen de Extremadura me hace sentirme muy pimentero. Conozco el misterio del mejor pimentón del mundo que es el de La Vera y me gusta el picante, hasta el picante rabioso de las guindillas bola.

Mi abuelo muchas veces, en verano, desayunaba pimientos verdes fritos de la vega del Tietar con huevos fritos, buen pan y un chato de vino. Se levantaba a las siete y este almuerzo lo tomaba sobre las diez en el patio enlosado de granito de la planta de debajo de su casa, a la sombra de la parra y la buganvilla. Cuando me atrevo a hacerme este desayuno le veo a él contándome historias y comiendo con apetito los pimientos fritos.

Unos pimientos recién cogidos por estas fechas de la pimenteras, tienen un olor intenso muy peculiar (los del super son inodoros e insípidos, solo tienen de pimiento el color y a veces ni eso). Se lavan se corta por la mitad, quitamos las semillas y los freímos así, en abundante aceite, saladitos. Cuando están hechos, freímos dos huevos ecológicos y punto, a pringar.

Debo a los americanos de antes de 1492 parte de mi felicidad.

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