jueves, 27 de agosto de 2009

POLLO A LA CERVEZA O LA EXPULSIÓN DEL PARAISO

Me gusta mucho la cerveza, rubia, amarga, con espuma, casi helada. Me gustan las cervecerías que saben tirarla. Recuerdo las jarras de medio litro que bebíamos en Berlín Este tras la caída del muro. El primer plato que aprendí a hacer fuera del repertorio que me enseñó mi abuela y mi cultura culinaria más próxima fue pollo guisado a la cerveza (negra) que me enseñó Anselmo, un profesor y amigo que nos descubrió a los griegos, la novela negra, los vinos de Toro y la importancia de saber volar lejos de allí. La cerveza tiene mucho ácido fólico, evita la anemia y protege el corazón. Es falso el mito de la “tripa cervecera”, el problema es que los grandes bebedores de cerveza son además grandes comilones de viandas llenas de calorías y grasas.
Una vez nos echaron de una cervecería por besarnos, …cómo nos besaríamos para merecer semejante exilio cuando todo el mundo se besa en cualquier sitio… Nos echaron de la Cervecería Alemana por besarnos, dos camareros carcas, me supongo, o envidiosos, católicos y sentimentales que creían en el decoro y las buenas formas. En esa cervecería se besaba mucha gente, pero nuestros besos debían ser demasiado verdad o demasiado continuos, intensos, deseables, ricos, brillantes. Yo te besaba con buenas formas y tu a mi con decoro, eso pensaba al menos. Besos con sabor a cerveza rubia y amarga y con sabor a ti. Pero nos echaron por eso y tuvimos que ir a beber cerveza y a besarnos a otro sitio.
Los besos siempre son alimenticios, alimentan el cuerpo, el amor, el deseo, las ganas de beber otra cerveza rubia, amarga y fría, casi helada, aunque no le sentaba bien a tu garganta. Entendí entonces el cuento ese del Angel con la espada flamígera que echa a los pecadores del paraíso, así nos sentimos, pero el paraíso también estaba fuera, Madrid en Primavera.
Sofreímos el pollo troceado y salpimentado en aceite abundante, lo retiramos de la cazuela cuando esté dorado y en ese aceite doramos también cinco dientes de ajo y pochamos pimiento verde, rojo, una cebolla, un puerro, una rama de apio, zanahoria toco cortado muy fino primero en juliana y luego en pequeños dados, cuando este la verdura blandita añadimos el pollo y echamos un cuarto de litro de cerveza negra (la rubia también vale), tres cucharaditas de salsa de soja y un tomate pelado cortado en dados. Cocemos a fuego lento hasta que la cerveza se reduzca y el pollo esté tierno.
Llevo hoy con orgullo esa expulsión de la Alemana, cada vez que paso por la puerta me acuerdo de tus besos y me pregunto, después de tanto tiempo, cómo serían nuestros besos, nuestra forma de besar para merecer tal castigo. No he vuelto a entrar allí, hay otras cervecerías en Madrid en las que beber buena cerveza helada y besos calientes.

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