martes, 24 de agosto de 2010

CORVINA ASADA CON MANTEQUILLA DE MENTA Y CAVIAR

(Pintura de Jim Daly) Canta Frank por ahí: There was a girl in Denver, / before the summer storm. / All her eyes were tender, / all her arms were warm,/ and she could smile with the thunder, / kiss away the rain. / Even though she's gone away, / won't hear me complain.

Y tu tan lejos. Y yo con una humilde y deliciosa corvina que no pesqué y que he reducido a pequeños lomos limpios de piel y espinas y que he sumergido en mantequilla tibia con menta machacada durante una hora y que luego asaré a horno fuerte menos de cinco minutos y salaré con sal con algas de Guerande y enriqueceré sin merecerlo con dos cucharadas de caviar ecológico de Riofrío de Granada que venden en el mercado de San Miguel.

En el Cantábrico siguen vivas las historias de sirenas y de seres mitad humanos mitad anfibios como los monstruos de Lovecraft. La ciencia, su ambición, es explicarlo todo, pero el cerebro se resiste. Si: electricidad y química, bla, bla, pero ya se dan cuenta que esa división escindida, religiosa de cuerpo y cerebro (antes alma y cuerpo) es artificio. El cerebro lo es todo, baja por la médula espinal y abarca nervios hasta la última célula del cuerpo. El cerebro es el cuerpo. Y el cuerpo, a su manera sabio, guarda memoria del mar, todos somos sirenas (o fuimos) o medio corvinas. Así que hoy me siento caníbal, monstruo marino, sireno. La corvina exquisita, simple, suntuosa. Se puede ser caníbal pero no salvaje.

Buscaré en mis instintos el recuerdo de nadar en tu piel, aunque ni siquiera recuerde hoy como se flota. Seguro que se nadar. Tu mar es mi mar.

antes de que llegaran las tormentas del verano. / Todo ternura fueron sus ojos, / todo tibieza cariñosa fueron sus abrazos. / Era capaz de sonreír sin estremecerse / a la luz de un relámpago / y con sus besos alejar la lluvia.

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