domingo, 8 de agosto de 2010

EL PRIMER BOCATA DE TORTILLA

(Foto de Elena Kalis)

Y hubo luego, algunos años después, otra primera vez. Que te conté hace tiempo. Pero está fue la primera.

¿Quince años?, jugábamos en clase a mirarnos a los ojos a ver quién es el primero que pestañea y también en el autobús por las mañanas. Era delgada como un palo y tenía los ojos grandes, los labios finos, las manos inquietas. No la amaba. Yo tardé muchos años es aprender a amar. No sé si he aprendido aún. No se si sabría amar ahora. No la amaba pero era feliz metiéndome tan dentro de sus ojos con los míos a lugares sin palabras, brillantes y asombrosos. Lugares que nunca soñé que existieran. Ella fumaba a veces y le gustaba como leía. Y yo entonces leía tan mal como ahora. Tenía el pelo castaño claro y algo rizado y siempre decía que se iría lejos, que odiaba ese pueblo de paletos y chismes. Sus besos sabían a tabaco y a chicle de fresa, sus labios eran suaves y estoy seguro que ella no sabía que sus manos supieran tanto de caricias. De saber, de sabor.

Un sábado de verano nos quedamos en su casa, sus padres se habían ido. ¿Has hecho alguna vez el amor?. Claro. Y…¿tú?. Por supuesto tía. Ninguno de los dos sabíamos nada, pero hay veces que las ganas, la curiosidad, los cuerpos saben tocar las cuerdas más precisas y preciosas. Qué ganas y que sorpresa y que rico y que placer y que abismo mirarla entonces a los ojos para ver quién era el primero que pestañeaba. Su casa era muy grande y tenía el inmenso lujo de una pequeña piscina. Nos hicimos unas tortillas francesas en bocata con panceta muy frita. ¿Sabes cocinar?. Claro, ¿y tú?. Por supuesto tío. Ninguno de los dos sabíamos nada, pero hay veces en las que el hambre, la memoria, las manos saben hacer bien las cosas que vieron hacer tantas veces. Que hambre y que delicia y que placer aquel bocata, deseando terminar para comenzar de nuevo. No la amaba, pero nos amamos así, por primera vez en nuestras vidas. No fue ningún momento importante, no cayó ningún rayo, ni sonó ninguna música, ni se tiñó el cielo de rosa, ni fue sublime, ni tampoco un desastre. Fue rico, creo que para ambos, no paramos, no se nos borraba la sonrisa. Luego se fue. El curso siguiente ya no vino al instituto. La vida lenta que hasta entonces llevaba se aceleraba y todo fue cambiando tan deprisa y a veces con dolor… También yo me fui y nunca más nos vimos.

Me he acordado hoy de todo esto, pero no con añoranza, ni con melancolía, ni con esa idea de cierto paraíso perdido que es siempre mentira. Al contrario, si acaso hay un paraíso es el presente. Me he acordado porque fue la primera vez que hice el amor y la primera vez que cociné para una mujer. Pero lo había olvidado. Dicen que eso nunca se olvida. Yo sí lo había olvidado. No la amaba. He tardado muchos años en aprender a amar y no estoy seguro de saber. Quería contártelo. También.

Bocata de tortilla francesa con panceta, vaya comida. Creo que después de tantos años sigo sin saber cocinar, sin saber amar, aunque diga, siempre ¿Claro que sé. ¿tú no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario