lunes, 13 de septiembre de 2010

CIGALAS ESTILO VICTOR

(foto mala de mi móvil)

Comida de fiesta y lujo. Festejar, agradecer que la vida o el destino se disculpan, festejar siempre lo bueno. Nosotros, cómo no, con una comida a base de marisco. Esos bichos de otro mundo, tan feos y tan ricos. Pulpo a feira con unos cachelos tan ricos como el pulpo, ensalada de cherrys ecológicos, empanada, setas, nécoras cocinas en su punto y cigalones a la plancha, exquisitas. Para beber un vino helado tinerfeño, Brumas de Ayosa. Las cigalas apenas abiertas, un machado ligero de perejil y ajo, y a la plancha lo justo o hasta menos. El marisco tiene eso, que a nosotros nos vuelve locos. Eso de comer con las manos, rechupetear patas y cabezas, romper caparazones, sorber el mar que guardan. Simple felicidad. Recuerdo los versos de Inmaculada Mengíbar: “…Después de tanto amor y de tanto fracaso. / Quién sabe si después de tanto desencanto / no volverá el destino a disculparse”.

Y eso hace la vida o el destino. Festejamos que Ruth comienza nueva vida laboral mucho mejor. Pero festejamos mucho más. Victor de cocinero experto. Yo no hubiera hecho mejor las cigalas. Los cinco hermanos somos buenos cocineros y no sé porqué. Tal vez porque nos gusta comer, porque comer siempre es una fiesta, porque la vida y el destino se han disculpado últimamente muchas veces.

Luego, ya de madrugada, sueño con el sabor del mar si el mar supiera dulce, tu sabor, y en cómo los cartógrafos se pierden cuando la tierra es piel y el mapa se ha de leer en la penumbra.

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