lunes, 11 de octubre de 2010

AMANITAS Y TIEMPO

Tiempo. Sólo somos dueños de nuestro tiempo. Tiempo que vendemos para producir y luego consumir. Tiempo de trabajo, tiempo de ocio, tiempo para ser y estar. La riqueza, el poder y la gloria sólo son formas alambicadas de tiempo. De los viejos se aprende que sólo somos un hatillo de tiempo pero es muy difícil entender de verdad ese secreto. He aprendido de esos viejos la certeza de que el tiempo es precioso.

El secreto es que el tiempo no se puede abolir pero si llenar de intensidad y de la conciencia de estar vivo. Paseo por el bosque de Octubre con Ana y Fernando, esponjoso de lluvia, muy verde, selvático, silencioso. Buscar setas es una forma de caza, de exploración, descubrimiento infantil, magia sencilla. Tiempo de amanitas cesáreas y boletus. Tiempo de sentir en el bosque que el tiempo es a veces nuestro y que sigue vivo el niño incansable que tenemos dentro. Ese ser que vive en el asombro, la sonrisa, la sorpresa, la certeza de que en muchos lugares hay magia, juego, aventura, premio. Al día siguiente, sin importarnos la lluvia, la niebla, el madrugón, los cientos de kilómetros nos vamos a pescar Victor y yo. De nuevo con ese niño que somos y el tiempo se hace largo y jugoso, llena la memoria, guarda recuerdos felices y momentos en los que el tiempo, por unos instantes, es solo nuestro. Tras la pesca, taco de tasajo, queso, jamón, lomo y buen pan junto al río crecido, el cielo limpísimo de la Castilla más abandonada y bella.

Ayer, tras el paseo por el bosque buscando amanitas llega el festín, limpias y en trozos grandes, las guisamos en buen aceite caliente con un poco de ajo, poco tiempo, incluso muy poco, la salsa anaranjada es exquisita. Yo mojé en esa salsa una tortilla de patata y me pareció un descubrimiento formidable. Los césares degustaban amanitas y tiempo. Eso degusto yo en un anaranjados trozos de corazón de bosque.

1 comentario:

  1. sabio y agudo, como siempre!
    a propósito del tiempo y la vejez ayer me acabé una novela de Raúl Guerra Garrido, El otoño siempre hiere, al que conocí gracias a tu recomendación (por el libro sobre la Gran Vía)...

    no puedo negar que se me hace la boca agua al ver las setas en su cazuela y que añoro ir a emboscarme, a dar con ellas... si se te ocurre un plan, avísame!

    abrazos

    Miguel

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