(Ilustración de Laura Wächter)
Cuando de verdad tengas hambre de carne piensa que comer es algo serio y que se debe tener mucho tiempo por delante, nada de prisa entonces, ni de temor a que el festín algún día te sacie, nada de hacer remilgos a las partes con hueso, ni a las salsas espesas, ni a que el guiso te canse o que la receta no sea la que soñaste. Cuando de verdad tengas hambre de carne dispón sobre la mesa lo mejor de tu casa, prepara los vinos, la tarde por delante, tu mirada más limpia, todo lo que aprendiste de cocina: apetito, poesía, licores y buenas formas tanto en la mesa como fuera de ella.
Ten en cuenta que comer es de verdad un lujo en este mundo y comer carne es además un acto caníbal, primitivo, cruel, incierto, inconfesable. No se trata hoy de preparar un asado, ni de freír un filete, ni de dejar que se ablande un estofado sino de comer crudo y con placer la carne que deseas y que ella, a ser posible con similar apetito, pueda comerte a ti que seguramente estés menos tierno y más huesudo.
Cuando de verdad tengas hambre de su carne, acompaña el festín con las mejores verduras y las mejores frutas, las mejores mañas de tu arte de chef y tus ganas de glotón. Dile que está de rechupete, que vas a morder con ganas y a beber de su copa cuantos licores escancie y a rebañar el plato y a chuparte los dedos y empapar en su salsa el pan de cada día, que no temes engordar, ni repetir el plato, ni quemarte la lengua porque nunca esperarás a que se enfríe.
Prepárate. Ya comiste otras veces carne, pescado, dulces, vinos con ámbar, licores de hierbas fluorescentes, mariscos de colores borrachos de mar, aceitunas del sur, café hirviendo de las colinas azules de África, tabaco del Caribe, tiempo del norte y sal de incertidumbre. Ya comiste otras noches y otros días y tal vez temas que su sabor no sea el que esperas, imaginas, soñaste o te hizo ensalivar muchos días igual que un lobo o una caperucita.
Pero si eres de verdad el carnívoro glotón que ella imagina, si de verdad tienes hambre y la amas, si de verdad tienes hambre y sed de su cuerpo de carne y hueso, piel y agua, nada será igual a su ternura, nada será igual a su sabor, nada será igual a comerla y beberla despacio cada día.
Y luego, muchos luegos después, tras los aperitivos, el festín, los postres, el café, los licores verdes y la noche gastada, deberás decir ese verso que sólo nombra lo que de verdad sienten tu estómago y tu corazón:
“tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno”
(Versos del poeta Luis Alberto de Cuenca)
Hace "mil y una noches" que llegué hasta tu blog... y me quedé. Como Sherezade (con delantal) mantienes mi curiosidad enhebrando historias, recetas, sueños, deseos. Gracias por tus palabras que revelan misterios, curan, alimentan...
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