Guiso el conejo muy despacio, despacísimo en una
salsa espesa de cebolla y oporto a la que luego añado yerbas, las colmenillas
secas que he rehidratado y mi secreto guarrix, una crema de sesos que antes he
blanqueado y cocido con una hoja de laurel y medio diente de ajo. Luego he pasado los sesos por el chino y he ligado con la salsa. Adorno el plato con unas lascas de parmesano y unas hojas de yerba Luísa, por enredar. Un guiso de lujo con poca cosa y baratiki.
No se rompieron mucho la cabeza los
amigos académicos de la RAE: LUJO (Del lat. luxus).
1. m. Demasía en el adorno, en la pompa y
en el regalo.
2. m. Abundancia de cosas no necesarias.
3. m. Todo aquello que supera los medios
normales de alguien para conseguirlo.
~ asiático.
1. m. El extremado.
Me gusta en especial su acepción del
“lujo asiático”… deduzco, sin sorna, que los académicos son todos unos ascetas.
Hoy lujo es otra cosa:
- Lo escaso y apreciado por muchos que, por
tanto, (oferta/demanda) alcanza un alto precio: caviar
- Aquellos productos y servicios de alto
precio y etiqueta social de ídem, aunque no sean escasos: hotel "de lujo", restaurante "de lujo", coche "de
lujo".
- Aquellos objetos de alto precio e inutilidad manifiesta asociados a los suntuario: joyas, alta costura.
- Lo que debería ser abundante y sin
embargo se ha convertido en escaso: tener un trabajo seguro, ser amado por
quién amas, respirar aire puro...
- Aquello que, aunque no es escaso, es
apreciado solo por unos pocos entendidos gourmand que están en el secreto y aprecian ese
“desconocido” o minoritario lujo.
El lujo que se vende y con el que se etiqueta casi todo, sea un viaje, un bocata o un polvo consta de "Experiencias, arrogancia y autenticidad" como apunta amigo Yves A. Michaud
Pero el lujo en la comidita es hoy:
- Tener tiempo para disfrutar de la
comida. Tiempo. Tiempo soberano y no ser replicante.
- Ser consciente y saber qué se está
comiendo: su origen, sentido, cultura, valor personal... Conocer la
tradición, ciencia, técnica, dificultad, cariño que hay en el plato.
- Poder compartir esa comida, festín de
excesos o breve refrigerio, con quién sabe apreciar lo que tiene entre dientes,
alguién con quién además nos une la amistad (si es el amor tampoco está mal).
- Sentir placer, disfrutar con alimentos
que, además, son baratos, asequibles, sencillos, fáciles.
- Y, de cuando en cuando, caer en lo
“asiático”, como dice la RAE, el lujo “extremado” (barato o caro, es
irrelevante) lo importante es eso, glotonear, caer en lo pantagruélico, imitar
a don Carnal y huir de las doñas Cuaresmas (¿porqué no doña Carnala y don Cuaresmo?) En eso
admiro, sigo, leo al abuelito Nestor Luján. Hoy siento mi paladar viejuno, que no neoliberal...
No hay comentarios:
Publicar un comentario