viernes, 3 de diciembre de 2010

ELEGIR UN VINO

Releo a Jaime Gil de Biedma: “(… )Para saber de amor, para aprenderle,
 haber estado solo es necesario.
 Y es necesario en cuatrocientas noches 
-con cuatrocientos cuerpos diferentes - 
haber hecho el amor. Que sus misterios,
 como dijo el poeta, son del alma,
 pero un cuerpo es el libro en que se leen. (…)”

Y Luego a Jesús Munárriz: “ (…) Con mil cuerpos distintos,
decía Gil de Biedma, 
hay que hacer el amor 
para saber del tema. Es el camino ancho,
 es la vía extensiva
 hacia el conocimiento. De mil formas distintas
 y con un solo cuerpo
 es la vía intensiva,
es el camino estrecho
 de la sabiduría.”

¿Para elegir un vino?, beberlo, haber bebido otros, muchos otros, despacio, sin complejos ni miedos, con ganas, con curiosidad, picando cosas ricas, en buena compañía sobre todo, también en soledad, con tiempo por delante para mirar la copa, el sabor, su recuerdo, su tacto.

Para elegir un vino hay que beberlo con conciencia, sin pensar en otra cosa, ni en rutinas, ni en obligaciones, ni en trabajos, ni en citas, si acaso con deseo, hambre, ganas de cama y de fiesta después. Hay tres tipos de personas que no me interesan, las que no tienen en su mesilla de noche varios libros, las que no beben vino, las que se sienten perdidas en un bosque. (tampoco me gustan mucho las personas que rezan). Alguien que no lee, que no bebe vino, que no gusta del campo es alguien que nunca quiere perderse, dudar, soñar, equivocarse. Esa gente, para mi, no es de fiar. Si encima creen en dioses, infiernos, iglesias y otras vidas… apaga y vámonos.

¿Para elegir un vino?, beber, equivocarse, beber, perderse, beber, dudar, beber, soñar, beber y descubrir cómo el vino nos habla con su sabor, su olor, su color, su memoria de la sorpresa que somos, de lo felices que podemos ser, de lo fácil que es a veces tocar la plenitud. Hay cientos de vinos buenos, de buen precio, bien hechos, el marketing se acaba cuando nos olvidamos de su nombre, la etiqueta bonita, la botella original, los dimes y diretes de los críticos, cuando tenemos el vino en una copa desnuda y entre él y nosotros no hay nada más que la curiosidad, las ganas de beber, el privilegio de compartir ese vino con alguien que también gusta de él.

No tengo regiones preferidas, ni países, ni tipos. Bebo de todo. Hay dos o tres o veinte que los guardo con cariño en mi memoria pero no tienen más valor que la vida o los instantes que compartí con ellos. No quiero hacer el símil fácil de que elegir un vino sea igual que elegir un amor. Pero en ambos casos la elección es mutua: azar, intuición, misterio, memoria, instinto, deseo, afinidad…

Estamos en diciembre, hace frío, abrí la botella hace rato. ¿para elegir un vino? Sólo hace falta que nos guste vivir, ese es el riesgo.

1 comentario:

  1. Razón no te falta en cada palabra, cerrar los ojos, y dejarse llevar, pensar en ese instante, y luego marcar a fuego en la memoria, si mereció la pena, y sino, a buscar otro que coleccionar. Sí, dar con un buen vino implica muchas más cosas que el hecho de que el líquido en cuestión sea bueno o no.

    una delicia leerte.

    un saludo

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