martes, 22 de marzo de 2011

EMPANADAS DE PRINCESA

Comencé este blog porque sentía y siento que la cocina, el amor, la memoria y la fabulación eran un todo, una forma posible de alquimia en un mundo ya sin alquimia, sin magia y casi sin cocina cotidiana.
Hoy descubro que he pasado de 400 entradas que no son cuatrocientas recetas sino cuatrocientas formas de luchar contra la dejadez y el olvido de los sabores que me gustan. Hoy me asombra que sean tantas las entradas con lo que me cuesta escribir, pero nunca me costó cocinar porque la cocina es una forma “rica” de celebrar la vida (rica por diversa, intensa y apetitosa).
Y hoy recordaba una taberna que se llamaba “La Princesita” en la que devoraba riquísimas empanadas chilenas que mojábamos con sidra. Su olor para mi es el olor de la primavera en Madrid. A veces, cuando quiero volver a ese tiempo amaso unas empanadas chilenas y al hornearlas, mientras se doran, me parece estar en ese tiempo hoy tan lejano. Luego me gusta comerlas calientes, templadas o frías, acompañadas con sidra natural. La receta de esas empanadas chilenas es secreta porque cada uno debe encontrar la suya. Yo encontré la mía entonces y poco la he cambiado. Su sabor es el sabor de finales de marzo en Madrid, caminando calle Princesa abajo con el primer sol de la primavera calentando mi cuerpo. Todo ha cambiado. Esa sensación no.

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