martes, 8 de marzo de 2011

TIEMPO

Deja que el tiempo te lleve, no puedes resistirte. No valen las bebidas de soja, ni las cremas antiarrugas, ni el maquillaje disimulador, ni los tintes anticaída, ni las cremas que disuelven la barriga. No hablaré aquí de los carniceros que inyectan, cortan y cosen caras y culos. Dejar que el tiempo nos lleve no es envejecer, es igual que dejarnos llevar por el mar, flotar sobre las olas. A veces nos da miedo la resaca y que las corrientes nos lleven mar adentro. A veces cerramos los ojos y no tememos nada, nos sentimos peces, recordamos que una vez fuimos seres acuáticos, primos de los cachalotes y de las sirenas.

Deja que el tiempo te lleve, lo hace siempre de forma suave, deslizando minutos y horas, si te dejas llevar viajarás muy lejos, si luchas contra su roce serás infeliz.

Me gusta cocinar también por eso, porque el tiempo es entonces aliado, cómplice, ingrediente, amigo y camina despacio por mi vida. Dicen que el tiempo nos cambia, que nos hace distintos, que dejamos de ser los que fuimos, que pensamos otras cosas de la vida, el amor, la comida, la belleza... Yo no lo creo, no me siento distinto a cuando tenía veinte años, ni me siento distinto cuando preparo este estofado o bebo este vaso de vino. Sólo he aprendido alguna recetas más. Me estremece lo mismo. Me emociona lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario