La tierra, el agua, el sol son lo importante. Creían que el progreso era de cemento y ladrillo, de asfalto, gasolina, plástico… el lujo, la ambición, la comodidad de hoteles remotos y coches con líneas de sirena… pero ahí están esas cerezas para nombrar de qué color es la vida. Comí unas ricas lapas en Tenerife, quién lo iba a decir, humildes lapas, exquisitas lapas y luego, el domingo, cerezas.
Vivir es muy difícil para muchos, atraviesan el mar, de noche, les salpica la espuma y el miedo, imaginan que al otro lado, si no está el paraíso, al menos no está el infierno. También aquí hay días de noche, mar, espuma y miedo pero es distinto. Tenemos las cerezas madurando a su ritmo, la música del día, la pereza feliz de un día de descanso. Metemos los pies en el agua del torrente a ver cuanto aguantamos. Sentir. Luego el sol de vuelta, la caricia de la sombra bajo los nogales. Sentir que vivimos. Más tarde la comida, el postre de cerezas, el café. Sentir que el tiempo es nuestro.
Imposible no ser por un rato un poco animistas y no bendecir a la tierra, al agua, al sol de mayo la forma que tienen de borrar la zozobra, el cansancio, el dolor, el ruido, la furia de la crisis y dejarnos desnudos, sólo con lo que somos.
Eres un jipi papá, me dice Iker.
Mira Iker opina como yo! jaja
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