martes, 30 de abril de 2013

CROQUETAS DE PESCADO


Pintura de Lee Price

Le gustaba hacer croquetas y las hacía perfectas. Crujientes, sedosas, rellenas de mil sorpresas saladas. A él le gustaban sobre todo las de pescado. Las hacía pequeñas, bien doradas, con la corteza muy fina y la bechamel de relleno muy suave. A veces utilizaba pescados de lujo y otras peces muy humildes.

Croquetas, tacos de queso curado, tomates pequeños sin aliñar y sandía de postre. Eran cenas para comer siempre con las manos, en la cama, tras el reposo del sexo, utilizando las palabras como adornos sobre el tiempo. Él Sentía que eso diferenciaba ese amor de otras apetencias, ese gusto por comer con los dedos, sin remilgos, recostados el uno en el otro y dejando sueltas las palabras, unas pocas palabras simples y pequeñas como una croqueta pero rellenas de mil cosas apetitosas que iban del paladar a la memoria.

La recordaba así, como disfrazada para una película, con un delantal blanco y nada más, atenta a la fritura, cantando una coplilla, lavando los pequeños tomates y cortando el queso con simetría de estudiante de arquitectura. En cambio las croquetas eran irregulares porque le gustaba hacerlas con las manos o quizá porque estaba escribiendo un libro sobre las arquitecturas de adobe y barro. Una vez le anotó la receta de su bechamel y los pequeños trucos con los que lograba esas croquetas tan exquisitas. A pesar de esas cenas tan calóricas ella y él estaban muy delgados. Recuerda muchas veces esa delgadez, la agilidad, el hambre, las ganas, la fórmula del adobe, esa forma de deseo que hoy no sabría saborear.  

Guardó la receta de las croquetas de pescado en un libro. Muchos años después, al abrir por casualidad aquel libro titulado “Las Diosas Blancas” encontró el papel que ella le había escrito. Acercó aquel trozo de papel a su nariz donde podían verse aún sus huellas de aceite y le olió con los ojos cerrados. Aquella noche cenó croquetas de pescado, tacos de queso, tomates cherry y sandía, no para recordar mejores tiempos, no para dejarse morder por la añoranza, sino por el puro placer de recuperar su sabor.


PD: Entrada dedicada a Chema Soler y a María Puyo. Muchas felicidades y suerte en el futuro.

1 comentario:

  1. me gusta el queso pero con la tentación de esas croquetas de lujo casi que no me hace falta...pero sí, ahora que lo pienso el queso se hace necesario aunque sólo sea para potenciar esos olores que tiempo después nos devuelvan otros éxtasis.


    Un saludo


    pd...Lee Price no fotografía, pinta, son pinturas hiperrealistas...como ese papel oloroso que nos devuelve a una cena en la cama

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